Superar la convivencia con la estafa educativa

Mañana con el diario La República, Otra Mirada publica el No. 7 de su suplemento mensual sobre temas de interés nacional. Esta vez el tema es la educación. Te invitamos a leerlo y debatir su contenido con tus compañeros y amigos. Aprovechamos para darte un adelanto del mismo.

En el Perú se ha desarrollado en los últimos años una suerte de convivencia con la estafa educativa que asola al país. A principios de la primera década del siglo XXI pareció que existía un renovado interés por la educación. El problema se volvió a poner en el orden del día y hasta se plantearon soluciones de fondo que parecían avizorar un porvenir distinto para el sector. Pero esta preocupación parece haber quedado en nada o en muy poco y los distintos actores, antes muy sonoros para plantear sus demandas, han caído en un letargo peligroso.
Allí están los múltiples diagnósticos y las distintas mediciones que más allá de sus detalles señalan todos el sótano en el que nos encontramos. Tenemos también a los amigos del negocio rápido que abren escuelas y universidades descartables con el afán de comerciar con las ilusiones de la población. Por último, los políticos de turno y su preocupación episódica por el tema, cuando hay una bolsa de votos preferenciales que juntar, alguna movilización magisterial en ciernes o un programa con buena vitrina que anunciar.
Allí está el caso del gobierno aprista, diestro para la retórica en el tema pero que ha navegado de fracaso en fracaso, con programas parciales y medias verdades. No podemos olvidar que fue durante la segunda administración aprista que se vendió la sede del Ministerio de Educación, que hasta hoy funciona en seis distintos lugares sin que se conozca qué medidas se tomarán para superar situación tan anómala.
Todos sabemos qué pasa y también conocemos a los que se aprovechan de la situación pero encontramos una seria dificultad para pasar a la acción y comenzar a superar esta tragedia educativa. Es necesario, por ello, precisar algunos aspectos centrales de la problemática educativa y su solución.
Primero, se trata de un problema fundamental para nuestro futuro como país. La mala educación no sólo le hace mal a los estudiantes que la reciben, sino también a sus padres que se frustran, a los maestros que la imparten y a la sociedad en general que se ve condenada a sufrir personas sin la preparación adecuada para desempeñarse en la interacción colectiva y ciudadanos inconscientes de sus derechos e incapaces de sus deberes.
Segundo. Ninguna solución puede ser parcial y/o fragmentaria. El cambio debe ser del conjunto del sistema educativo porque la experiencia demuestra que los intentos de cambio parcial han sido casi todos revertidos por la inercia de los grandes y pequeños intereses que tienen paralizado al sistema. Por ello, el entusiasmo que despierta el  Proyecto Educativo Nacional.
Tercero. Tiene que haber un sentido claro de reforma democrática, con una participación activa de los interesados y sus representantes políticos, que tenga como objetivo una educación gratuita y de calidad. Hay que cuidarse del envilecimiento del término reforma por parte de organismos como el Banco Mundial, que le dan un sentido tecnocrático al mismo, apuntando a la privatización del servicio educativo.
Cuarto. Se trata de la lucha por un derecho que permite a los individuos formarse como personas y ciudadanos con las capacidades necesarias para producir bienestar. Por ello, la educación se convierte en uno de los pilares de la democracia y del desarrollo del país.
Quinto. La prueba de amor de un programa de conjunto es el presupuesto, si un gobierno no da el presupuesto adecuado todo lo que diga sobre educación es pura palabrería. Allí está la cifra a la que llegó hace años el Acuerdo Nacional: un 6% del PBI como presupuesto educativo, cualquier otra cosa es una farsa.
Sexto. La única forma de lograr un cambio es con un movimiento social y político por la educación, en el cual participen no sólo los miembros de la comunidad educativa, sino también la sociedad organizada y los partidos políticos. Esta es la única forma de derrotar la indiferencia de los políticos, que suelen solucionar sus necesidades educativas en otras partes y de los dirigentes sindicales arcaicos que se oponen a cualquier reforma porque ella afectaría sus pequeños intereses creados.
La tarea por delante es de grandes proporciones y constituye un examen sobre nuestra capacidad para construir no solo un régimen sino una sociedad democrática. Si no somos capaces de transformar la educación quizás sea imposible producir cambios duraderos en otros ámbitos.

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