España: ¿Cambio de gobierno o gobierno del cambio?

Por: 

Laura Arroyo Gárate

Que lo ocurrido en España es histórico es indudable. Hace menos de dos semanas, se logró sacar del Gobierno a Mariano Rajoy y al Partido Popular, lo cual ha supuesto un duro golpe a la corrupción y a la forma corrupta de ejercer el poder que supone, además, un gesto esperanzador que esperemos que salga de las fronteras españolas. Pero, sobre todo, ha abierto la posibilidad a un gobierno progresista. El liderazgo de Pedro Sánchez y el PSOE han sido recurrentemente cuestionados por los movimientos sociales y civiles ya que el PSOE no ha sido un partido aliado del cambio, sino antes bien del régimen. Su postura y participación activa durante el conflicto catalán y la intervención de dicha comunidad autónoma así lo demostró. El acuerdo nocturno y opaco entre el PSOE y el PP para modificar el artículo 135 de la constitución y poner así por delante el pago de la deuda y los intereses de los bancos, a las necesidades de la ciudadanía en crisis, también. Sin embargo, se abre una puerta al cambio porque, aunque el gobierno sea liderado por el Partido Socialista, lo hace después de una alta movilización ciudadana representada en este momento por los pensionistas y por la marea feminista. Una ciudadanía que ve con buen ojo haber sacado al PP de las instituciones pero que, por lo mismo, tiene claro que las expectativas no son bajas y toca ahora al nuevo gobierno mover ficha, hacia el cambio.

El día después de Rajoy: el peso de lo simbólico

Lo que empezó como una moción necesaria de presentar pero con pocas posibilidades de salir adelante se convirtió hace poco más de una semana en el principal cisma contra el régimen en crisis. Una suerte de punto de llegada tanto de aquella España del 15M como la del 8M. Pedro Sánchez entraba en La Moncloa pues, con el aplauso ilusionante de derrotar al PP, pero también, con la mochila de un PSOE que hacía un año lo había defenestrado como Secretario General. Y, tal vez lo más difícil, con todos los ojos sobre sus primeros pasos. 

Y, de momento, cada paso está milimétricamente calculado. El nombramiento de su primer gabinete ministerial, conformado en su gran mayoría por mujeres, ha sido el primer gran guiño a las movilizaciones masivas que ocupan las calles en España. Un gabinete ministerial que excede lo paritario y que, esto es importante, ha puesto a mujeres en puestos clave de la administración: Economía, Hacienda, Ecología, Vicepresidencia e Igualdad, Justicia, Trabajo, Administraciones Públicas, Sanidad, Educación y Defensa. Un gabinete con presencia femenina acorde a estos tiempos y a las demandas del feminismo internacional, pero también, con poder femenino. Queda por ver si esto se traduce en políticas feministas concretas.

Pero lo simbólico no acabó ahí. Las imágenes se han sucedido unas a otras, la primera medida del PSOE inscrita en el Congreso durante este nuevo periodo donde son gobierno, ha sido una relacionada con Igualdad. Por otra parte, en la primera rueda de prensa después del primer Consejo de Ministras y Ministros, la portavoz del Gobierno ha buscado poner énfasis en que se levantaba el control financiero sobre Cataluña. Esta, sin embargo, es una medida a la que ya estaban obligados una vez que había Govern investido en Cataluña. Pero, nuevamente, el peso de lo simbólico.

La tercera medida llegó anteayer (lunes), a los 7 días de este gobierno liderado por Sánchez. Después de que, en medio de la crisis migratoria que vive Europa, el nuevo vicepresidente italiano ordenara cerrar los puertos italianos al ‘Aquarius’, una embarcación con 629 personas a bordo, inmigrantes y refugiadas rescatados por Médicos Sin Fronteras y Sos Mediterranée, Pedro Sánchez anotó su primer punto internacional. Ha ofrecido el puerto valenciano como muestra de solidaridad española. Se prevé que la embarcación llegue a costas españolas en breve, con todos y todas sus integrantes, incluidas las siete mujeres embarazadas que viajan en ella. El aplauso a esta medida del nuevo gobierno ha sido sonoro tanto dentro como fuera de España.

Los límites de lo simbólico

Pero así como lo simbólico no solo es clave para este gobierno, sino que configura una política de contraste notoria con el saliente gobierno del Partido Popular, sabe tanto Pedro Sánchez, como sus asesores de gobierno, que estas medidas satisfactorias de los primeros días, se verán contrapuestas con las políticas reales que tendrán que liderar. 

Como decíamos líneas arriba, el PSOE es muy PSOE y tiene mucha mochila. Es el mismo PSOE que para las grandes medidas que involucran arquitectura económica, siempre han actuado de manera conservadora y en alianza con el Partido Popular. La política de inmigración, por otra parte, ha sido también un punto negativo en la historia del PSOE que ha defendido la mantención y construcción de los Centros de Internamiento de Extranjeros, que no hacen otra cosa que encerrar a migrantes por no tener papeles cuando ello debería involucrar únicamente una medida administrativa, no penal y mucho menos de encarcelamiento. Se prevé, además, que el gesto del presidente Sánchez con la embarcación ‘Aquarius’ abra el melón del debate de políticas de migración en una Europa que tiene demasiadas cuentas pendientes al respecto. 

Pero, entonces ¿qué se puede esperar del nuevo gobierno en España? De momento, si bien Pedro Sánchez, ha sabido articular un momento de optimismo relacionándolo tanto con su figura, como con el contraste que supone en el Gobierno frente al de Mariano Rajoy, tiene sobre sí los pesos de sus predecesores y la atención fiscalizadora de una ciudadanía politizada. Tal vez esto último es la mejor garantía para que este no sea un cambio de gobierno, sino un gobierno del cambio. Es normal el escepticismo pues, como señalan muchos analistas, lo más probable es que veamos un gobierno que pone el acento en materia de la agenda de derechos civiles, pero mantenga el timón conservador en la agenda económica y de gestión territorial. Ambos dos aspectos fundamentales tanto para que Pedro Sánchez salga airoso de este periodo como para que España pueda poner fin al periodo de austeridad y recortes que sigue movilizando a miles, como para hacerle frente al conflicto político en Cataluña. Todo está por ver, pero el optimismo nunca dura demasiado. Las demandas de la ciudadanía tienen de todo menos paciencia.

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