Odebrecht, la empresa que capturaba gobiernos

Por: 

Humberto Campodónico

El libro de Francisco Durand, que acaban de publicar la PUCP y Oxfam, realiza un examen exhaustivo de la empresa Odebrecht en el Perú en los últimos 40 años. Pero que no solo trata del Perú sino de la red de corrupción que se venía tramando a nivel internacional durante un tiempo similar.

La tesis central del libro es que ha habido una captura del poder del Estado a través de una red de mecanismos que involucran a todos los actores: de un lado, funcionarios del Estado (altos y medianos funcionarios de varios niveles y cargos) y, de otro, relaciones con la alta dirección de empresas privadas nacionales. Todo ello posibilitó la adjudicación ilícita de una gran cantidad de obras de ingeniería en diversos países. 

Esta red de corrupción se tejió a la par que existían varios elementos estructurales y coyunturales: un proyecto geopolítico brasileño; el superciclo de altos precios de las materias primas que –producido por la industrialización china, lo que generó ingresos fiscales extraordinarios para el Estado;  el importante nivel de avance de ingeniería de Odebrecht y otras empresas brasileñas, así como el apoyo de sus principales bancos de inversión para el desarrollo, como el BNDES;  “culturas similares” de corrupción existentes en los dos países la que se apoya en el “capitalismo de amigotes” (o sea vínculos estrechos entre empresarios y los funcionarios gubernamentales.

Cabe aquí puntualizar que la corrupción no tiene una “filiación única” (gobiernos de derecha o de izquierda), pues se constata que ésta se ha dado en Colombia, Panamá, República Dominicana, Venezuela, Perú y México, entre otros, así como en varios países africanos. 

La metodología que permite analizar la captura del Estado se desarrolla en el Capítulo 2 y se basa en sólidos estudios académicos, los mismos que han sido desarrollados en EEUU y Europa. Dice Durand: “Diversos autores que han investigado el poder empresarial “business power, insisten en entenderlo no solo como agente económico, sino como entidades que, a partir de una enorme concentración de recursos materiales, tienen un gran poder económico o de mercado, así como otros poderes e influencias. El poder empresarial-corporativo del siglo XXI, que ha crecido a un ritmo espectacular con la globalización y las políticas neoliberales promercado, es marcadamente multidimensional. Además del poder económico, que es el poder base, la corporación tiene también poder instrumental o político y poder discursivo” (p.33).

Este poder discursivo cobra vida al amparo del Consenso de Washington que propone que el libre mercado y la empresa privada son los mejores asignadores de recursos y que debe dejarse a ellos las principales actividades económicas. Eso sí, esta “libertad de mercado” solo puede ejercerse –y se ejerce- a través del poder del Estado –qué contradicción- por lo que es clave su captura. 

El libro también analiza las manifestaciones judiciales como el acuerdo de culpa (“Plea Agreement”) hecho público por el Departamento de Justicia de EEUU en diciembre del 2016 basado en la colaboración eficaz de los ejecutivos de Odebrecht, y como parte de un pacto de cooperación firmado simultáneamente por las fiscalías de EEUU, Brasil y Suiza.

Este “refinamiento” en la captura del Estado tiene bases más “modernas” que aquella de las “puertas giratorias” (funcionarios que pasan de grandes empresas financieras e industriales a cargos clave en el Estado; y viceversa) y/o de la llamada “legislación sastre”, es decir, la promulgación de leyes y decretos supremos “confeccionados” a la medida de los interesados.

Nos dice Durand que ahora la red de corrupción se asienta en la interrelación de distintos actores en varios niveles: Global, Nacional, Regional y Local; gobierno, funcionarios, jefes de proyectos; principales dirigentes de los partidos políticos; relación intensa con importantes empresas locales, que son clave debido a su capacidad económica, alcance político y relación estrecha con los medios de comunicación. 

Tomando como fuente declaraciones del propio Marcelo Odebrecht se constata la existencia de un “modelo de influencias” denominado trípode (página 81): 1) que existan grandes proyectos que necesiten la presencia con altos niveles de ingeniería que “sea eficiente y cumplidora; nosotros como empresa estábamos involucrados en los principales proyectos”; 2) La segunda pata es la buena relación personal con los funcionarios gubernamentales, comenzando con el más alto mandatario, si eso es posible. 3) La tercera pata es el financiamiento de las campañas de los partidos políticos. Dice Odebrecht: “el pedido de dinero a nosotros era siempre con el pretexto de la campaña. Entonces, en la práctica, para que yo tenga esa relación con el gobierno tengo que ser un gran donante para cubrir sus necesidades. De nada sirve ser la mejor empresa, si de algún modo no apoya financieramente el proyecto político, lo que generaba “deudas” pasadas y futuras con nosotros (p. 81).

Para poner el trípode en marcha, “Odebrecht incorporó el modelo de influencias al organigrama de la empresa, mediante el famoso Departamento de Operaciones Estructuradas (DOE, o «departamento de sobornos»), algo que ha sido poco analizado pues la discusión se ha centrado más en la corrupción que en la influencia, que es más general”. 

Hay detalles en el libro relatados a nivel más coloquial que ilustran claramente el “por qué” de las coimas. Odebrecht dice que, cuando ellos llegaron al país, las coimas ya existían. Y si ellos querían “entrarle” al trípode, entonces tenían que “demostrar” que podían sobresalir en ese aspecto. También dice que, en muchos casos, el pedido de la coima venía de los propios gobernantes (Maiman le dice a Odebrecht que Toledo está pidiendo la coima, p. 199). 

De otro lado, Odebrecht también dice que el dinero de las coimas, si bien se pagaba primero con los fondos de la empresa, lo recuperaban con el sobreprecio que le cargaban a las obras y que se materializaba en las “adendas” a los contratos. Y también que las coimas eran pagadas no solo por ellos (Odebrecht) sino por todos los socios que realizaban las obras (1)

En las casi 300 páginas del libro se analizan tres obras realizadas por Odebrecht: IIRSA Sur, Olmos y el Metro de Lima. En todos los casos es admirable el detalle que nos ofrece el autor: las líneas de tiempo de las visitas a funcionarios y la publicación de leyes, decretos supremos y resoluciones ministeriales, reuniones en Palacio y los ministerios, los viajes realizados. Y también una cuantificación de los montos de las coimas, las adendas y las pérdidas para el Estado.

Uno de los temas que se resalta el debilitamiento el Estado en varias de sus funciones controladoras esenciales, primero a través de la dación de Decretos de Urgencia (que tienen rango de ley) y que permiten “saltarse a la garrocha” las necesarias evaluaciones técnicas (SNIP); la predominancia de las Asociaciones Público-Privadas disminuyendo las capacidades del Estado para la realización de obras públicas; el otorgamiento de grandes poderes de decisión a Proinversión (“demora la inversión”) debilitando las funciones y responsabilidades de los organismos reguladores; la no realización, en muchos casos, de los expedientes técnicos (estudios de factibilidad), antes del otorgamiento de la obra, lo que luego da amplísimo margen de juego al ganador de la licitación para incluir “costos” no incluidos inicialmente.  

Para finalizar, nos queda claro que muchas cosas se nos quedan en el tintero y que tendrán que ser procesadas de manera más integral y permanente. Tener a la mano todos los datos y la explicación en un solo libro –lo que hasta ahora estaba disperso- va a ser de gran utilidad en la presente coyuntura. Y también resaltar que Durand nos dice que a veces pareciera que la sociedad civil está como ausente (p. 287) lo que se puede parecer a políticas de adormecimiento.

Es por eso que, afirmamos, se necesita una movilización activa de la ciudadanía, sobre todo cuando constatamos que el Perú necesita saber toda la verdad sobre la corrupción para seguir adelante, para limpiar las conciencias. 

Necesitamos como país saber todo sobre la corrupción de Odebrecht (es la que más se conoce, pues ellos mismos la han admitido); la de los Presidentes de la República (Toledo, García, Humala) y funcionarios gubernamentales, que algo conocemos, pero que necesita saberse en su integridad, a todos los niveles (aunque pidan asilo). Y la corrupción de los “consorciados nacionales”, tema en el cual hasta ahora poco, muy poco, se ha avanzado.

Por todos esos motivos, rara vez la “oportunidad” de la publicación de un libro ha sido, y va a ser, tan útil para la ciudadanía. 

El libro de Francisco Durand, que acaban de publicar la PUCP y Oxfam, realiza un examen exhaustivo de la empresa Odebrecht en el Perú en los últimos 40 años. Pero que no solo trata del Perú sino de la red de corrupción que se venía tramando a nivel internacional durante un tiempo similar.

La tesis central del libro es que ha habido una captura del poder del Estado a través de una red de mecanismos que involucran a todos los actores: de un lado, funcionarios del Estado (altos y medianos funcionarios de varios niveles y cargos) y, de otro, relaciones con la alta dirección de empresas privadas nacionales. Todo ello posibilitó la adjudicación ilícita de una gran cantidad de obras de ingeniería en diversos países. 

Esta red de corrupción se tejió a la par que existían varios elementos estructurales y coyunturales: un proyecto geopolítico brasileño; el superciclo de altos precios de las materias primas que –producido por la industrialización china, lo que generó ingresos fiscales extraordinarios para el Estado;  el importante nivel de avance de ingeniería de Odebrecht y otras empresas brasileñas, así como el apoyo de sus principales bancos de inversión para el desarrollo, como el BNDES;  “culturas similares” de corrupción existentes en los dos países la que se apoya en el “capitalismo de amigotes” (o sea vínculos estrechos entre los empresarios y los funcionarios gubernamentales.

Cabe aquí puntualizar que la corrupción no tiene una “filiación única” (gobiernos de derecha o de izquierda), pues se constata que ésta se ha dado en Colombia, Panamá, República Dominicana, Venezuela, Perú y México, entre otros, así como en varios países africanos. 

La metodología que permite analizar la captura del Estado se desarrolla en el Capítulo 2 y se basa en sólidos estudios académicos, los mismos que han sido desarrollados en EEUU y Europa. Dice Durand: “Diversos autores que han investigado el poder empresarial “business power, insisten en entenderlo no solo como agente económico, sino como entidades que, a partir de una enorme concentración de recursos materiales, tienen un gran poder económico o de mercado, así como otros poderes e influencias. El poder empresarial-corporativo del siglo XXI, que ha crecido a un ritmo espectacular con la globalización y las políticas neoliberales promercado, es marcadamente multidimensional. Además del poder económico, que es el poder base, la corporación tiene también poder instrumental o político y poder discursivo” (p.33).

Este poder discursivo cobra vida al amparo del Consenso de Washington que propone que el libre mercado y la empresa privada son los mejores asignadores de recursos y que debe dejarse a ellos las principales actividades económicas. Eso sí, esta “libertad de mercado” solo puede ejercerse –y se ejerce- a través del poder del Estado –qué contradicción- por lo que es clave su captura. 

El libro también analiza las manifestaciones judiciales como el acuerdo de culpa (“Plea Agreement”) hecho público por el Departamento de Justicia de EEUU en diciembre del 2016 basado en la colaboración eficaz de los ejecutivos de Odebrecht, y como parte de un pacto de cooperación firmado simultáneamente por las fiscalías de EEUU, Brasil y Suiza.

Este “refinamiento” en la captura del Estado tiene bases más “modernas” que aquella de las “puertas giratorias” (funcionarios que pasan de grandes empresas financieras e industriales a cargos clave en el Estado; y viceversa) y/o de la llamada “legislación sastre”, es decir, la promulgación de leyes y decretos supremos “confeccionados” a la medida de los interesados.

Nos dice Durand que ahora la red de corrupción se asienta en la interrelación de distintos actores en varios niveles: Global, Nacional, Regional y Local; gobierno, funcionarios, jefes de proyectos; principales dirigentes de los partidos políticos; relación intensa con importantes empresas locales, que son clave debido a su capacidad económica, alcance político y relación estrecha con los medios de comunicación. 

Tomando como fuente declaraciones del propio Marcelo Odebrecht se constata la existencia de un “modelo de influencias” denominado trípode (página 81): 1) que existan grandes proyectos que necesiten la presencia con altos niveles de ingeniería que “sea eficiente y cumplidora; nosotros como empresa estábamos involucrados en los principales proyectos”; 2) La segunda pata es la buena relación personal con los funcionarios gubernamentales, comenzando con el más alto mandatario, si eso es posible. 3) La tercera pata es el financiamiento de las campañas de los partidos políticos. Dice Odebrecht: “el pedido de dinero a nosotros era siempre con el pretexto de la campaña. Entonces, en la práctica, para que yo tenga esa relación con el gobierno tengo que ser un gran donante para cubrir sus necesidades. De nada sirve ser la mejor empresa, si de algún modo no apoya financieramente el proyecto político, lo que generaba “deudas” pasadas y futuras con nosotros (p. 81).

Para poner el trípode en marcha, “Odebrecht incorporó el modelo de influencias al organigrama de la empresa, mediante el tristemente célebre Departamento de Operaciones Estructuradas (DOE, o «departamento de sobornos»), algo que ha sido poco analizado pues la discusión se ha centrado más en la corrupción que en la influencia, que es más general”. 

De lo que no cabe duda –y esa es una constatación que recorre todo el libro- es que la corrupción no solo impide el crecimiento económico y el desarrollo del país y que, por eso, debe ser extirpada, además del hecho que es una afrenta moral y ética contra todos los ciudadanos y ciudadanas del país.

Hay detalles en el libro relatados a nivel más coloquial que ilustran claramente el “por qué” de las coimas. Odebrecht dice que, cuando ellos llegaron al país, las coimas ya existían. Y si ellos querían “entrarle” al trípode, entonces tenían que “demostrar” que podían sobresalir en ese aspecto. También dice que, en muchos casos, el pedido de la coima venía de los propios gobernantes (Maiman le dice a Odebrecht que Toledo está pidiendo la coima, p. 199). 

De otro lado, Odebrecht también dice que el dinero de las coimas, si bien se pagaba primero con los fondos de la empresa, lo recuperaban con el sobreprecio que le cargaban a las obras y que se materializaba en las “adendas” a los contratos. Y también que las coimas eran pagadas no solo por ellos (Odebrecht) sino por todos los socios que realizaban las obras(1)

Todo esto se conoce en gran medida debido a “nuevos mecanismos jurídicos como la confesión sincera (delación premiada, en Brasil) que hacen hablar a los responsables al ofrecerles una reducción de pena a cambio de información. Este mecanismo, desarrollado primero en EEUU y luego adoptado en Italia con gran efectividad para luchar contra las mafias — Operación Manos Limpias—, está internacionalizándose” (p. 25). No cabe duda que ha sido y será muy útil en nuestro país.

En las casi 300 páginas del libro se analizan tres obras realizadas por Odebrecht: IIRSA Sur, Olmos y el Metro de Lima. En todos los casos es admirable el detalle que nos ofrece el autor: las líneas de tiempo de las visitas a funcionarios y la publicación de leyes, decretos supremos y resoluciones ministeriales, reuniones en Palacio y los ministerios, los viajes realizados. Y también una cuantificación de los montos de las coimas, las adendas y las pérdidas para el Estado. Este tema, ciertamente, merece ser más desarrollado y lo será cuando aparezcan mayores elementos, que puedan ser aportados por fiscales probos que “hagan bien” su investigación, así como por las importantes contribuciones aportadas por el periodismo de investigación.

Uno de los temas que se resalta el debilitamiento el Estado en varias de sus funciones controladoras esenciales, primero a través de la dación de Decretos de Urgencia (que tienen rango de ley) y que permiten “saltarse a la garrocha” las necesarias evaluaciones técnicas (SNIP); la predominancia de las Asociaciones Público-Privadas disminuyendo las capacidades del Estado para la realización de obras públicas; el otorgamiento de grandes poderes de decisión a Proinversión (“demora la inversión”) debilitando las funciones y responsabilidades de los organismos reguladores; la no realización, en muchos casos, de los expedientes técnicos (estudios de factibilidad), antes del otorgamiento de la obra, lo que luego da amplísimo margen de juego al ganador de la licitación para incluir “costos” no considerados inicialmente.  

Para finalizar, nos queda claro que muchas cosas se nos quedan en el tintero y que tendrán que ser procesadas de manera más integral y permanente. Tener a la mano todos los datos y la explicación en un solo libro –lo que hasta ahora estaba disperso- va a ser de gran utilidad en la presente coyuntura. Y también resaltar que Durant nos dice que a veces pareciera que la sociedad civil está como ausente (p. 287) lo que se puede parecer a políticas de adormecimiento.

Es por eso que, afirmamos, se necesita una movilización activa de la ciudadanía, sobre todo cuando constatamos que el Perú necesita saber toda la verdad sobre la corrupción para seguir adelante, para limpiar las conciencias. 

Necesitamos como país saber todo sobre la corrupción de Odebrecht (es la que más se conoce, pues ellos mismos la han admitido); la de los Presidentes de la República (Toledo, García, Humala y Pedro Pablo Kuczynski) y funcionarios gubernamentales, de lo que algo conocemos, pero que necesita saberse en su integridad, a todos los niveles (aunque pidan asilo). Y la corrupción de los “consorciados nacionales”, tema en el cual hasta ahora poco, muy poco, se ha avanzado.

Por todos esos motivos, rara vez la “oportunidad” de la publicación de un libro ha sido, y va a ser, tan útil para la ciudadanía. 

[1] “Si alguna cosa (en Perú) fue concertada relativa al proyecto, mi concepción es que fue aceptada por el consorcio y probablemente liderada por la empresa local. Si hubo algún proyecto nuestro en el que hubo pago de coima, y Graña y otras empresas eran socias, con certeza lo sabían. Nadie iba a aceptar nada relativo a un proyecto y asumir un costo por los socios. Eso no existe. Si era un proyecto de Perú, probablemente la relación política del proyecto era liderada por los socios peruanos” (página 166).

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