Cuatro claves para el 19 de julio

Por: 

Nicolás Lynch

Primero y es muy importante resaltarlo el bloque autoritario de Boluarte, Otárola y la pestilencia congresal está débil, especialmente débil. Esto se manifiesta en las divisiones que presentan en las últimas semanas sobre el porvenir de la situación política. Algunos quieren quedarse hasta el 2026 para continuar haciendo de las suyas, mientras que otros acarician un adelanto de elecciones, no tanto por convicción democrática sino porque se dan cuenta del tremendo desgaste de su opción política y las pocas posibilidades electorales que tendrían cuanto más tarden las elecciones. Esta debilidad, por supuesto que no les cae del cielo, tiene que ver con el aislamiento nacional e internacional del régimen y, sobre todo, el repudio sostenido en la opinión pública, del Poder Ejecutivo y el Congreso, si observamos cualquier encuesta, en los últimos seis meses.

No es posible manejar un país en estas condiciones. La represión, que ingenuamente creían traería primero temor y a la postre apoyo popular, ha profundizado el rechazo de las mayorías. Asimismo, la repetición del estigma de terrorismo, para acusar a cualquiera que no esté de acuerdo con sus barbaridades, se ha devaluado entre la población. Por último, el intento de criminalizar aún más la protesta a través de un nuevo proyecto de ley, no es sino un episodio más del retorcimiento de las leyes y ya no tiene ningún carácter disuasivo.

Segundo, frente a este debilitamiento de la derecha autoritaria existe un movimiento popular que se está recuperando de la pausa que tomó a mediados de marzo de este año, luego de doce semanas de movilizaciones, inéditas por su magnitud y agenda de reivindicaciones. Es más, la recuperación ha buscado reparar la ausencia más importante de ese período que fue la falta de una dirección del movimiento popular. Un “Primer encuentro nacional de los pueblos y organizaciones del Perú” llevado adelante en los últimos días, parece ir en ese sentido. La convocatoria de este colectivo se reafirma una vez más en medios pacíficos para movilizarse y protestar y deslinda del afán del gobierno de llamarlos terroristas y delincuentes.

La pregunta es si este nivel de organización y dirección será suficiente para enrumbar al país a una salida democrática. Diera la impresión de que no. Pareciera, más bien, que entramos a un proceso de acumulación de fuerzas que puede ser creciente, en el cual el movimiento social y su influencia política se manifiestan como la principal institución democrática para darnos una salida a la actual crisis, con todas las ventajas y limitaciones que esto tiene.

Tercero, se nota también la ausencia de partidos políticos y en cierto sentido de la política. Me refiero a partidos de cualquier signo, sean de izquierda o derecha, que no sólo superen el espontaneísmo sino señalen un horizonte de mediano y largo plazo que pueda encauzar la energía del rechazo a este giro autoritario. En este sentido, es bien importante diferenciar sobre la urgencia de dos banderas que ha levantado el movimiento desde el verano pasado y que parecen haberse confundido: me refiero a ¡Adelanto de elecciones! y ¡Nueva Constitución!

Es fundamental mantener ambas, pero diferenciando tiempos y no haciendo un paquete de las dos. ¡Adelanto de elecciones! es clave para frenar la ofensiva reaccionaria y lograr una salida democrática al actual momento político. En un nuevo escenario será inevitable retomar la bandera constituyente y avanzar al logro de una nueva constitución. De lo contrario la ilusión del asalto al cielo, queriendo lograr todo de una vez, nos va a dejar en el lodazal actual.

Por último, la jornada el 19 de julio de 2023, nos debe encontrar unidos para impedir que el bloque autoritario se consolide y nos lleve, como pretende, a la continuación de la larga noche neoliberal enteramente por la fuerza.