Ventilar la representación y restituir el Senado

Por: 

Nicolás Lynch

En el camino a un orden político que se exprese en una Nueva Constitución, quisiera tocar dos temas que se han puesto a debate. El primero es la reelección de los congresistas y el segundo la restitución del Senado de la República. Su tratamiento y eventualmente la aprobación de las normas adecuadas pueden permitirnos avanzar en la democratización del país para lograr un nuevo orden republicano.

Ventilar la representación

En el tema de la reelección de los congresistas se oponen dos criterios opuestos: la experiencia vs la renovación. La experiencia es importante porque el trabajo parlamentario bien hecho es complejo. Sin embargo, desde la polis ateniense (siglo V a.n.e.) hasta nuestros días, toda la literatura existente señala que hay que priorizar la renovación. 

Las razones para priorizar la renovación señalan que hay que evitar que se cree una “clase parlamentaria” con intereses propios, por encima de los intereses de sus representados. Esto significa que hay que escoger uno o varios mecanismos que permitan una velocidad media/alta de renovación de los congresistas. 

El mecanismo más drástico es la no reelección (absoluta) que cuenta con gran simpatía en ciudadanía por la pésima perfomance promedio de nuestros representantes. Sin embargo, es rara en el planeta y no es la más aconsejable porque no toma en cuenta la experiencia. 

Hay otros mecanismos de renovación que combinan la no reelección parcial con la elección por partes. Estos son: 

  1. La  no reelección inmediata, que obliga a los representantes a dejar un período congresal para volver a postular. 
  2. La reelección por un solo período, lo que limita la vida parlamentaria a dos períodos y combina experiencia con renovación. 
  3. La elección por partes del Congreso. Puede ser por mitades o por tercios. Esto no afecta tanto a la experiencia  y permite aire fresco para la institución.

Me inclino por una propuesta mixta con la reelección por un solo período con la renovación por mitades, lo que prioriza renovación pero toma en cuenta la experiencia.

Restituir el Senado 

El debate sobre la pertinencia de tener un Senado tiene que ver con la discusión sobre la representación política. ¿Cómo se representa mejor a la ciudadanía, con una o con dos cámaras?

Asimismo, es importante señalar que, a diferencia de una extendida opinión entre la ciudadanía, los peruanos estamos sub representados y no sobre representados en el parlamento. Es decir, la proporción de habitantes por representante es una de las más negativas en la región latinoamericana. Tenemos muy pocos representantes para la cantidad de habitantes del Perú. No es bueno entonces disminuirla, más como pretende el proyecto del Poder Ejecutivo, “mordiéndole” una tajada de representantes al congreso actual. Recordemos que antes de 1992 había una Cámara de Diputados con 180 representantes y un Senado con 60 representantes, que gastaba una proporción mínima de lo que gasta el actual Congreso. Lo que molesta entonces es el gasto y no el numero de representantes, como veremos más adelante.

El debate sobre la bicameralidad parte de señalar que hay dos principios de representación el poblacional y el territorial. El poblacional supone la representación de una proporción de la población de una determinada circunscripción electoral en la cámara política o cámara de diputados. El territorial, la representación de los territorios o regiones que conforman un país en una segunda cámara denominada Senado. 

La idea de la bicameralidad trata de combinar estos dos principios, poblacional y territorial, para tener una mejor representación política. La abrumadora mayoría de los países tienen dos cámaras, buscando expresar estos dos principios de representación poblacional y territorial. Sin embargo, hay excepciones como el Perú con una sola cámara, en este caso únicamente la cámara política.

Respecto del Senado o cámara territorial también existen variantes. En la mayoría de los países el Senado representa los múltiples territorios que conforman la entidad nacional. En algunos, como ahora se pretende imponer desde la banda conservadora, existe el Senado como cámara elegida por distrito único nacional. La derecha impulsa esta última idea porque quiere tener el control del parlamento por la vía de una “cámara de notables”, mayormente limeños, que eventualmente controlen los excesos de la cámara política.

Por ello es fundamental levantar la idea del Senado como una cámara de las regiones en apoyo a la descentralización del país. El criterio podría ser un Senado que represente a las macro regiones (6 u 8 máximo) ya que una representación departamental sería muy difícil porque se trata de una cámara pequeña, que debería tener entre 50 y 60 miembros.

También hay que plantear como eje de una propuesta el tema del gasto, que debe ser la preocupación ciudadana de fondo. Hay que cortar el exceso de gastos en el Congreso que atiende privilegios y no eficacia. No puede ser que el Congreso anterior al golpe del cinco de abril de 1992 con 240 congresistas (180 diputados y 60 senadores) tenía 840 empleados y el actual tiene aproximadamente 4,200. Cada congresista en la actualidad cuenta con 10 empleados, cuando debería bastar, con 3. De esta forma habrían suficientes plazas y presupuesto para atender al futuro Senado.

Habría que evitar caer, sin embargo, en el llamado “bicameralismo perfecto” que consiste en que ambas cámaras repitan las mismas funciones, es decir que se dediquen a lo mismo en términos de legislación y control. Ello repite el trabajo y lleva al aburrimiento de la ciudadanía. Por eso, es importante señalar que la iniciativa legislativa la tenga la cámara política o de diputados y la revisión de las leyes el Senado.

De igual forma se debe repartir también la tarea de investigación. Diputados se dedicaría a investigar todos los sectores, salvo defensa, relaciones exteriores y banca central, que estarían a cargo del Senado, junto con la ratificación de los nombramientos de los embajadores y los altos mandos de las Fuerzas Armadas, como ya ha sido en el pasado.

De esta manera, podría haber un avance en la representación ciudadana, sin elitizar el parlamento, sobreponer representación, duplicar funciones, ni tampoco aumentar el gasto.

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