Notas sobre la escena contemporánea

Por: 

Gonzalo García Núñez / Rafael Vázquez Rodríguez

¿Qué ha cambiado en el mundo transcurrido entre 1973 y la fecha? ¿Cómo influyen las circunstancias del contexto internacional, latinoamericano y andino en la agenda de la sociedad actual y ¿Cuáles son sus perspectivas de mediano plazo? 

¿Qué ha cambiado en el mundo transcurrido en el último medio siglo? 

Por lo pronto ha cambiado el escenario mundial: Ha vuelto la guerra. Estalla en la franja de Gaza: Israel y Palestina. También la muerte, mutuamente declarada e instalada entre Rusia y Ucrania.  

Esta propagación de la amenaza de guerra es un “factor toxico” (Bachelet dixit), perturbador y contrario a la convivencia pacífica de las clases, los estados y las naciones, en especial de aquellas signatarias del tratado de la OTAN y el acuerdo del Asia Pacifico. 

La pandemia mundial del virus COVID-19 es otra circunstancia global que tuvo/tiene un desigual impacto en las poblaciones por el largo confinamiento sanitario, las secuelas y efectos negativos en la seguridad, la protección, vida y conducta de las ciudadanías. 

Guerras y pandemias, hubo pérdidas de vida por doquier, desaceleración del crecimiento material e interrupción de las regulares actividades cotidianas, restricciones que aún persisten.

Es también tiempo acumulado de dolorosas migraciones. Quiebre de los nexos identitarios entre territorios y personas.  Son, en gran parte, poblaciones originarias y nacidas de antiguas colonias, pobres del Sur que se desplazan hacia el norte afluente a la búsqueda del bienestar y el buen vivir. Refleja el impacto asimétrico de la gran crisis capitalista subordinada, la fractura social - registrada en esa clave por ojos de cineasta-, la quiebra de la centralidad del trabajo como creador de valor y el hambre como dimensión localizada del subdesarrollo itinerante. 

Factores críticos

La internacionalización y globalización del capital han acelerado las fluctuaciones del crecimiento económico y la frecuencia de las crisis cíclicas que caracterizan -desde Kondratieff- a los periodos seculares recientes. 

Los mercados han saltado las vallas nacionales. Según Polanyi, se han transnacionalizado y concentrado. Hay cada vez más circuitos productivos y comerciales sin regulación que operan en ciclo cerrado. El disfuncionamiento- en tiempos de crisis -provoca profundos desequilibrios macroeconómicos, desbalances en las cuentas corrientes, sobre todo de las naciones proveedoras de commodities, insumidoras de equipos y dependientes del extractivismo. 

La estructuración del valor, costos, precios y circuitos de suministros, abastecimientos y tránsito de mercancías, recursos y productos, se caracterizan por reiteradas fallas en el funcionamiento y sincronización de los mercados por la aplicación de nuevas estrategias conglomérales de bienes, factores e ingresos. 

Vuelve, como señal disruptiva, la inflación internacional, aunque mitigada- en parte- por las políticas monetarias , fiscales y cambiarias. Estas se caracterizan, entre otros instrumentos, por la manipulación de la tasa de interés de referencia de las principales bancas centrales y la administración flexible del tipo de cambio. 

Los efectos de este set de políticas, por lo general, restringen la vida económica y social de los trabajadores- golpean a los más jóvenes y los pensionistas- achican los ingresos de la avasallada pequeña producción y de sus familias, y generan formas de articulación de distintos modos de producción y consumo informales a escala local, regional, nacional y global. 

Con estas restricciones reaparecen los problemas del endeudamiento público interno y externo, junto a las nuevas exigencias de regulación planteadas por las demandas de la ciencia, las innovaciones, y en especial las tecnologías de la información que gobiernan las firmas de la exclusiva GAFA.

¿Cuál ha sido la respuesta observada?

La imposición de las nuevas reglas de gobierno a los estados nacionales e independientes se ilustran en numerosas experiencias de control del régimen político en que la democracia pagó el costo de las ambiciones globalizadoras de dominio y control de la fuerza imperial. Es el caso hace cincuenta años de la brutal violencia del golpe en Chile de 1973 contra Salvador Allende y el gobierno de la Unidad Popular.  (Pero también de los coup d’état en Argentina, Bolivia, Perú, Colombia, Panamá, Centroamérica.)  Sin duda la violencia del golpe militar estuvo asociada a la ideología del modelo neoliberal del gobierno de Nixon, asesorado como hoy se reconoce, por los golpistas Kissinger, Hayek, Williamson, y luego, por la ejecutoría privatizadora del plantel de los “chicago boys” de Milton Friedman.  La lucha contra la dictadura, derecho a la rebelión, fue encabezada por coaliciones de organizaciones políticas democráticas y respaldada -victoriosamente- por grandes movilizaciones populares. Allí se, incorpora la narrativa de la preservación de las memorias antihegemónicas en que destaca la evocación  de la excelsa figura de Salvador Allende Gossens  y su gesto histórico, el martirologio que abrió la vía chilena al futuro 

También por la existencia de un debate sobre el proyecto económico y social de nación  que, superando perturbaciones cíclicas del valor y de su régimen político, fuera capaz de proponer grandes transformaciones del sistema productivo.  

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