Haití: ¿crisis de bandas criminales o de 20 años de intervención extranjera?

Por: 

José F. Cornejo

Haití, en la ya convulsionada escena mundial, volvió brevemente a los titulares sobre la situación internacional, pero como es ya una costumbre, la imagen presentada por los medios sobre este hermano país fue simplemente horrenda. Es un “país fallido”, “dominado por bandas criminales”, “es un país en caos al borde del colapso” y para añadirle un subliminal toque racista, Elon Musk salió a decir que en Haití “se practicaba el canibalismo”, refiriéndose a un video que se hizo viral en las redes sociales y que luego se demostró que era totalmente falso. El objetivo de toda esta campaña mediática, digna de una película de terror, es convencer a la opinión pública internacional de la urgencia y la necesidad de una nueva intervención militar, pisoteando una vez más la soberanía de este país humillado con múltiples invasiones militares en su historia. 

La población sufre hambre, violencia generalizada y desplazamientos. Y ahora el país no tiene mandatario. Ariel Henry, el primer ministro en funciones que asumió el poder en julio de 2021, justo después de la muerte del presidente Juvenal Moïse, renunció este martes 12 de marzo, luego de que le impidieran regresar al país tras un viaje a Kenia, en el que buscaba la llegada de las fuerzas de seguridad de esa nación africana.

Lo que no nos dicen los medios que fabrican este horripilante relato, es que la crisis en Haití no es una crisis interna, sino que es el resultado de una prolongada y fallida intervención extranjera que desde el año 2004 controla, tras bambalinas, los destinos de este hermano país caribeño. Haití es país ocupado por el grupo CORE, un organismo internacional establecido por el consejo de seguridad de la ONU, controlado básicamente por EE. UU., Canadá y Francia, que de facto son los que gobiernan este país. Responsables de la ayuda humanitaria y de garantizar la reconstrucción económica y política del país esta intervención ha demostrado en los hechos, en estos pasados 20 años, ser un tremendo fracaso. No solo en el manejo de la ayuda económica humanitaria, salpicada de un sin número de casos de corrupción, si no, sobre todo, en la consolidación de una mínima institucionalidad política del estado. El grupo CORE ha cumplido un rol destructor, desconociendo resultados electorales, imponiendo gobernantes afines a sus intereses, rechazando el reclamo de elecciones democráticas. En Haití no hay autoridades elegidas democráticamente desde el año 2016. 

Tras el aun no esclarecido asesinato del presidente Jovenal MoÏse el pasado 2021, perpetrado por un grupo mercenario proveniente de los EE. UU. (CTU Security basado en Miami), el CORE nombró de facto a Ariel Henry como primer ministro, con la promesa de convocar prontas elecciones que nunca se realizaron. Las múltiples protestas populares en los pasados años han exigido y exigen el fin de esta prepotente injerencia extranjera, y, la única respuesta que han obtenido ha sido una brutal represión por bandas paramilitares armadas, financiadas por las élites económicas haitianas y sus apoyos externos. El caos provocado por estas bandas paramilitares se quiere utilizar hoy en día para justificar una nueva intervención militar, en vez de escuchar el reclamo mayoritario de la población de Haití de poner fin a esta abusiva e inhumana ocupación extranjera, y que, se le devuelva al pueblo haitiano la libertad y el derecho legítimo de regir su propio destino.

El pasado 23 de setiembre del 2021, en su carta de renuncia dirigida al secretario de estado Anthony Blinken, el Embajador Daniel Foot, enviado especial para Haití del gobierno del presidente Biden, de manera firme y honorable señalaba lo siguiente: 

“Pero lo que nuestros amigos haitianos realmente quieren y necesitan es la oportunidad de trazar su propio rumbo, sin titiriteros internacionales ni candidatos favorecidos, pero con un apoyo genuino a ese rumbo. No creo que Haití pueda disfrutar de estabilidad hasta que sus ciudadanos tengan la dignidad de elegir verdaderamente a sus propios líderes de manera justa y aceptable. 

La semana pasada, las embajadas de Estados Unidos y otras embajadas en Puerto Príncipe emitieron otra declaración pública de apoyo al primer ministro de facto no electo, el Dr. Ariel Henry, como líder interino, y han seguido promocionando su "acuerdo político", sobre otro acuerdo más amplio y anterior guiado por la sociedad civil. La arrogancia que nos hace creer que debemos volver a elegir al ganador es impresionante. Este ciclo de intervenciones políticas en Haití ha producido sistemáticamente resultados catastróficos. Los impactos negativos en Haití serán calamitosos no solo en Haití, sino también en los Estados Unidos y en nuestros vecinos del hemisferio.”

Son las valientes palabras, nada más y nada menos, de un diplomático de los EE. UU., no de un subversivo diplomático del imaginario “eje del mal”, que según la supina “inteligencia” del congresista Cueto, son las fuerzas ocultas responsables del Rolexgate. 

Para concluir. Es pues una burla grosera y majestuosa que los mismos países que tienen secuestrada la democracia en Haití, en los pasados 20 años, sigan cínicamente pretendiendo impartir lecciones de valores democráticos y de liberalismo político a otros países de nuestra región, cuando se la niegan abusiva y sistemáticamente al pueblo haitiano.