Servidumbre doméstica en el día del trabajo

Mañana, 1º de mayo, se celebrará como todos los años el Día Internacional del Trabajo. Enmarcado en un feriado no laborable, más de un medio de comunicación hará una conmemoración particular a los trabajadores y, por supuesto, nos recordarán los derechos laborales que hemos conseguido luego de muchos años de lucha que aún no terminan, toda vez que el trabajo formal, ese en el que los derechos laborales están garantizados, no es el mayoritario en nuestro país. Sólo el 21 % de la PEA goza de ellos.

En vísperas a esta fecha queremos hablar de un sector de trabajadores y trabajadoras que a diario ven sus derechos vulnerados y, por si fuera poco, son objeto también de una indiferencia avasalladora, una invisibilización de sus demandas y, muchas veces, de su condición de seres humanos. Hablamos de los trabajadores y trabajadoras del hogar. Aquellos que aspiran por, siquiera, acceder al derecho de la remuneración mínima vital o, aún peor, el derecho a no trabajar más de ocho horas.

Veamos. Según datos brindados por el Centro de Derechos y Desarrollo (CEDAL), en el Perú hay 700 mil trabajadores del hogar. De ellos, el 60% se encuentran concentrados en Lima. La mayoría son mujeres. El número de horas trabajadas en este sector oscila entre las 12 y 16 horas diarias y la remuneración, no siempre monetaria, se encuentra entre los 50 y 300 nuevos soles mensuales. Se trata de cifras de terror.

Pero, por si esto fuera poco, no podemos negar que es de conocimiento extendido que las condiciones de la gran mayoría de trabajadoras del hogar son aberrantes. En muchos casos se les proporciona  un colchón que colocan sobre el suelo en un rincón de la vivienda para aquellas que trabajan en la modalidad “cama adentro” (que es una manera de rotular un trabajo de 24 horas diarias en la práctica). Además, hay múltiples denuncias de trabajadoras del hogar que señalan que, en ocasiones, se las sanciona privándolas de alimentos.

Este escenario, en pleno siglo XXI, resulta vergonzoso, pero más alarmante aún la indiferencia frente al mismo. La primera legislación al respecto fue hecha durante el gobierno de Velasco con mucha resistencia. Luego, el 3 de junio del 2003 se promulgó, finalmente, la Ley de los Trabajadores del Hogar. Si bien, esta constituye un avance importante en la materia, este no es suficiente. Por un lado, se saluda que la trabajadora del hogar sea presentada como sujeto de derecho (¡vaya novedad!), sin embargo no se establece, por ejemplo la obligatoriedad del pago con relación a la Remuneración Mínima Vital. Del mismo modo, no se señala que debe existir un contrato escrito que garantice los beneficios sociales a la trabajadora según ley. Vale decir, todo acuerdo entre la trabajadora y el empleador puede ser verbal. El colmo. En la misma línea de omisiones, no se establece el concepto de horas extras y se habla de ocho horas “efectivas de trabajo” y no de “ocho horas continuas”. ¿Quién define la diferencia entre ambas? Finalmente, no se exige una constancia de pago por parte de los empleadores.

En vísperas del día del trabajador, cabe preguntarse qué estamos haciendo por sectores, como el mencionado, que siguen “trabajando” en condiciones lamentables por migajas injustas. La bandera en la defensa de las trabajadoras del hogar es de todos los que queremos construir una sociedad justa y equitativa con sus trabajadores. Para comenzar, insistimos en la reformulación de la Ley 27986 y su reglamento para que se igualen sus derechos a los del resto de trabajadores, incluyendo descansos, indemnizaciones, salario referente al RMV y licencias pre y post natal. Ese sería un primer paso importante. Cabe mencionar que en Brasil ha sido aprobada una ley que incluye todos estos puntos, recientemente.

Mañana, 1º de mayo, todos los trabajadores, todos y todas, merecemos descansar. ¿Cuántas de las trabajadoras del hogar descansan en feriados? Los derechos son para todos. Es hora de hacerlos cumplir.

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