Lima: La legitimidad del cambio

Los acontecimientos de la última semana han estado marcados por la tensión en torno al mercado mayorista de alimentos en la ciudad. Ha sido el fin de  La Parada, la que sobrevivió en este rol, cada vez en peores condiciones,  gracias a la inercia y el incumplimiento de muchas autoridades ante un cambio urbano que era indispensable. Se ha demorado más de 20 años, pero ya se dio el paso definitivo para imponer la autoridad urbana y pública en La Parada. La batalla decisoria ha sido la implementación  del control de su perímetro de acceso como vía rígida, así como la ordenanza que, desde el año 2009, establece el impedimento de tránsito de vehículos de alto tonelaje por esas mismas calles, lo que impide que arriben los camiones con alimentos perecibles para vender y abre el paso al funcionamiento pleno del nuevo y único mercado mayorista en Santa Anita. 

Este cambio ya no tiene retorno, pero recién se inicia. Ha sido posible porque Susana Villarán y su equipo municipal han asumido la legitimidad del cambio. Han estado también dispuestos a asumir los riesgos y las responsabilidades de este desafío de reforma estructural de la metrópoli.

¿En que se convirtió La Parada para Lima? El emporio de migrantes y esforzados trabajadores que forjaron el mercado inicial  se transformo con los años, y ante el abandono del Estado,  en  un segmento urbano territorial dominado por un tipo de delincuencia urbana en la que un grupo ilegal mafioso controla diversos circuitos ilegales: la distribución de drogas, extorsión a empresarios y trabajadores, chantaje, lavado de dinero, redes de prostitución, seguridad mafiosa, guarida de reducidores de todo lo robado a diario en la ciudad, etc.  Y, desde ese poder, extiende su influencia a otras áreas de la urbe, del país, de la sociedad y del Estado.

La Lima que ahora ha asumido la urgencia del cambio tiene desafíos integrales a los cuales responder. Lima es ahora una ciudad del desborde sin sistemas urbanos públicos.  Antes, el crecimiento urbano se daba en sus intersticios hasta que los provincianos invadieron las tierras y se forjaron los asentamientos.  Se dio curso a la expansion horizontal de la ciudad: a sus “conos”, subordinados a un centro.

Esta ampliación de la ciudad se hizo sin transporte masivo público, con un mercado mayorista precario, sin dinámicas de empleo y educación adecuadas.  Sobre esta base, se dieron forma a los distritos de una urbe metropolitana. En el Plan Urbano Metropolitano, llevado a cabo por Orrego y luego por Barrantes, se plantea los retos para responder a los nuevos desafíos de la ciudad metropolitana y sus cambios indispensables ante la segmentación social, la nueva conectividad, el cambio de dinamica productiva y de transporte.  Se empieza a diseñar la Lima Metropolitana Policéntrica.

Hay tres carencias estructurales que impiden el desarrollo urbano policéntrico: el transporte público urbano, el sistema de comercialización de alimentos y el desarrollo productivo empresarial local, especialmente de la extendida red de micro y pequeños empresarios urbanos.  Estos cambios necesarios fueron bloqueados y luego desvirtuados por las políticas neoliberales de la década de 1990 hasta la fecha. Se impuso: a) La flexibilización laboral y la falta de apoyo crediticio a la micro y pequeña empresa, b) la desregulación del mercado de transporte urbano y la privatización de las empresas de transporte urbano, así como la desregulación de los mercados de abastos; y c) el crecimiento económico urbano basado en el crédito para mayor consumo y no en el empleo y la producción.

El impacto urbano fue descomunal. Una de sus expresiones sociales fue el crecimiento de la inseguridad ciudadana: Lima se enrejó en todos los sectores sociales. Otra fue la cultura combi, caotizando el sufrido transporte de las personas. Y finalmente,  el deterioro del mercadeo mayorista y minorista de alimentos perecibles, lo cual aumenta los riesgos para la salud de todos. En la intersección de estos problemas fue creciendo en La Parada un fenómeno urbano nuevo. Ya no se trataba solo de los reyes de algún producto, sino que se empezó a formar una maraña de mafias en un núcleo de economía delictiva con gran poder en la urbe pues tenían el control territorial de sistemas informales de comercialización, del mercadeo de drogas en áreas extensas y de chantaje a pujantes empresarios y comerciantes en las dos áreas de mayor dinamismo urbano: el comercio mayorista en La Parada y la Galeria del complejo productivo comercial de Gamarra.

En la escena formal y los ofrecimientos electorales se prometía solucionar estos problemas, pero una vez en el cargo no lo lograban. La ciudad estaba sujeta a crecientes poderes informales delictivos y el ciudadano vivía enrejado en su barrio, atosigado por el colapso del transporte y con pésimo sistema de acceso a los alimentos.

Esta Lima eligió a Susana Villarán para la alcaldía pues se comprometió con los cambios indispensables y requeridos. Entre los dias jueves y sábado se evidenció la existencia de estas mafias que pisoteaban el Estado de Derecho, la autoridad pública municipal y la policía nacional. La alcaldesa y su equipo municipal asumieron su responsabilidad y ella dijo que pese a errores los cambios se iban a efectuar  de todas maneras. Esa voluntad y coraje fue seguido por la autoridad pública en su conjunto y el sábado, con orden democrático, controlaron la vía, pusieron los bloques y cerraron los accesos a los camiones con alimentos. El sábado hubo legitimidad democrática.

Ya se ha iniciado el cambio  en la ciudad y debe extenderse a los diversos desafíos de Lima. En forma paciente, serena y firme se dará curso al nuevo y adecuado mercado mayorista de Lima Metropolitana en Santa Anita. Y en la Victoria, en torno al conglomerado  productivo comercial de Gamarra, se forjará una nueva área urbana de gran perspectiva con impacto en toda la ciudad, rediseñando sus áreas e incorporando institucionalmente a las amplias redes de industria, empleo y comercio que están a ella vinculadas.

Es hora de sumar esfuerzos e institucionalidad para los cambios,  afianzando la legitimidad de la autoridad democrática que venció en este contexto.           

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