La vacuna como arma en el tablero de la geopolítica mundial

Por: 

Ariela Ruiz Caro

La semana pasada (11 y 12 de marzo) tuvo lugar un nuevo encuentro del Consejo del Acuerdo sobre los Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual relacionados con el Comercio (ADPIC) de la Organización Mundial del Comercio (OMC). Allí se debatió la propuesta de India y Sudáfrica para suspender temporalmente los derechos de propiedad intelectual de las vacunas contra la covid-19, hasta inmunizar a toda la población. 

La iniciativa, que viene siendo evaluada desde octubre del año pasado, ha recibido un apoyo creciente de los países miembros, la Organización Mundial de la Salud (OMS), legisladores de Estados Unidos y miembros del Parlamento Europeo. Sin embargo, los Gobiernos de los países sede de los laboratorios que desarrollan la vacuna se oponen a la propuesta que, por el momento, parece la única salida para solucionar el cuello de botella que se ha generado en su provisión en todo el mundo. Esta falta de suministro ocurre, inclusive, en la Unión Europea que realizó las compras de las vacunas de manera conjunta para asegurar mejores precios. Los laboratorios AstraZeneca, Pfizer/BioNTech y Johnson&Johnson no han cumplido las entregas en las fechas pactadas por lo que el proceso de vacunación es lento y algunos países se ven amenazados por una tercera ola de contagios. La situación en América Latina es aún más grave: solo cuenta con 40 millones de dosis que le permiten inmunizar a menos del 3% de su población. 

A pesar de esta trágica realidad no ha habido ningún intento de los países productores de vacunas de encontrar una solución real. Sucede que aumentar su producción, tal como lo han propuesto India y Sudáfrica en la OMC, mediante la liberación temporal de las patentes, implicaría menores precios y reduciría la capacidad de los laboratorios farmacéuticos de imponer condiciones a los Gobiernos, tal como lo vienen haciendo. Les importa el negocio más que la pandemia. La rentabilidad de la industria farmacéutica es probablemente solo superada por la del narcotráfico y la venta de armas. 

Contratos secretos

En enero, miembros del Parlamento Europeo tuvieron acceso a un contrato de compra de vacunas firmado entre la Comisión Europea y el laboratorio alemán CureVac, considerado uno de los más transparentes. Descubrieron que no estaban fijados los precios de las dosis, ni establecido el calendario de entrega y tampoco la cantidad de dinero pagado por adelantado. Como los laboratorios son dueños de la patente --a pesar de los miles de millones de dólares que han recibido en subsidios del Estado (léase de los contribuyentes) para desarrollar la vacuna-- les prohíben a estos exportarlas o donarlas sin su consentimiento. 

Los Gobiernos y los organismos de salud pública, en todo el mundo, han tenido que aceptar sus exigencias de mantener los detalles clave de los contratos en secreto porque sencillamente son inaceptables. Los términos les permiten manejar los plazos de las entregas sin ninguna consecuencia y canalizarlas al mejor postor. 

La falta de vacunas ha dado lugar a presiones para que se permita al sector privado comprarlas directamente a los laboratorios. Esto ocurre no solo en el Perú. Aquí, la ley los faculta. ¿Por qué no traen ya los millones de dosis que nos faltan? La realidad es que los laboratorios solo venden a los Estados porque necesitan garantías que los eximan de cualquier responsabilidad ante la probabilidad de daños causados por la vacuna en el futuro. ¿Van a asumir esa carga los privados que denuncian al Gobierno por impedirles importarlas? O piensan que ellos hacen el negocio y el Estado les pone la garantía, tal como ocurrió con la deuda externa privada en los ochenta. 

A los brazos de China y Rusia

Así, mientras la humanidad pugna desesperadamente por las vacunas, China y Rusia han encontrado la puerta abierta para hacer diplomacia con las suyas, y tener una mayor presencia en el tablero de la geopolítica mundial. En América Latina, Chile ha vacunado al 26% de su población con una participación importante de vacunas producidas por el laboratorio chino Sinovac. La Universidad Católica de Chile participó en un ensayo clínico y el gobierno tuvo acceso preferencial a ellas. Este mismo laboratorio, Sinovac, tiene un acuerdo de transferencia de tecnología de su vacuna y participa con el Instituto Butantán de Sao Paulo en su fabricación.

Argentina y Perú realizaron ensayos clínicos con Sinopharm y, toda vez que la vacuna ya está aprobada, han recibido una primera entrega de un millón de dosis, de un acuerdo por 30 y 38 millones de dosis, respectivamente. México, con una de las tasas más altas de muerte por habitantes en el mundo, registró incumplimientos en la entrega de las dosis adquiridas, básicamente, a laboratorios norteamericanos. Por eso, durante una reunión virtual sostenida el 1 de marzo con el presidente Biden, el presidente López Obrador tenía proyectado pedirle a su colega compartir con México parte del suministro estadounidense de vacunas contra el coronavirus. Sin embargo, antes del inicio de la reunión, se descartó que Estados Unidos estuviera considerando, al menos en esta fase, compartir las dosis con su vecino u otros países. Días después, el gobierno mexicano acordó la compra de 10 millones de dosis de Sinovac y 12 millones de dosis de Sinopharm.

Salvo Costa Rica, El Salvador, Panamá y Cuba --que no ha aprobado ninguna-- todos los países de la región han aprobado el uso de la vacuna rusa Sputnik V o alguna de las cuatro vacunas chinas disponibles. Cuba es el único país latinoamericano que tiene dos proyectos de vacunas que se encuentran ya en la fase 3 de los ensayos clínicos. 
Las vacunas chinas y rusas se ofrecen también en África, Asia e, inclusive, Europa, donde algunos países se han desligado de las compras conjuntas realizadas por la Comisión Europea para adquirirlas a ambos países. Recientemente, la farmacéutica italo-suiza Adienne Pharma & Biotech y el Fondo de Inversión Directa de Rusia (RDIF), que tiene la patente de la Sputnik V, firmaron un acuerdo para producirla en Italia. 

Arremetida de Estados Unidos

Las vacunas son un arma diplomática poderosa y Estados Unidos reacciona. Por eso, inmediatamente después de que terminó la reunión de la OMC se realizó una cumbre virtual de los miembros del Diálogo Cuatripartito de Seguridad (QUAD) conformado por Estados Unidos, India, Japón y Australia. Este grupo informal creado en 2004, aborda temas de cooperación, aunque mirando siempre de costado la presencia China.

En el encuentro, el presidente Beiden se comprometió a apoyar financieramente a Biological E, un laboratorio de vacunas de la India, con el fin de producir mil millones de dosis hacia 2022 y beneficiar a las naciones de Asia-Pacífico, así como al Covax. Si bien no se dispone aún de los detalles de su propuesta, esta no contempla las urgencias del corto plazo y, más bien, parece priorizar el debilitamiento de la presencia china y rusa, y retirar a la India como protagonista en la OMC de los pedidos de suspensión de los derechos de propiedad intelectual de las vacunas contra el coronavirus. Esta semana, el Departamento de Salud y Servicios Humanos de Estados Unidos (HHS) informó en su reporte de 2020 haber persuadido a Brasil de no aceptar la vacuna rusa y ofrecido a Panamá asistencia técnica a cambio de no aceptar una oferta de médicos cubanos, con el fin de evitar la amenaza de esos “Estados malintencionados”.

Biden es acusado por organizaciones internacionales defensoras de la salud de acaparar vacunas y le exigen que su administración canalice el sobrestock a las naciones que más las necesitan. Sin embargo, ha reiterado que no se desprenderá de una sola vacuna hecha en laboratorios de ese país hasta no haber vacunado a todos los ciudadanos estadounidenses. 

Su reacción en el QUAD deja en claro que tendrá la rienda corta con China en el ámbito diplomático, donde Biden se mueve como pez en el agua. El gobierno chino recordará, acaso con nostalgia, los tiempos de Trump, cuando asumió el liderazgo del multilateralismo que el expresidente abandonó. A diferencia de Estados Unidos, que viene vacunando vertiginosamente a su población, China y Rusia han desplegado la venta de sus vacunas por el mundo, a costa de sus bajas tasas de vacunación. Si bien China –que solo ha vacunado al 4% de su población—se puede dar ese lujo al tener la pandemia controlada, Rusia, con solo 3.7% de vacunados, no consigue bajar la cifra de 400 muertes diarias. Es el costo de ser parte de las grandes ligas en el tablero de la geopolítica global.