La tentación del caudillo plebiscitario

En la búsqueda de caminos para concretar su afán de permanecer como la suprema autoridad de la política peruana, Alan García ensaya, en el último discurso de Fiestas Patrias, el papel de caudillo plebiscitario. La relación directa entre el líder y el pueblo, en la que el primero propone y los demás aplauden y eventualmente votan para ratificar la voluntad del salvador.  Es el intercambio de favores por apoyos y quizás votos que se denomina clientelismo. Hasta ahora García lo había hecho a través de la maquinaria estatal. Pero ha llegado a la conclusión, dada la falta de popularidad de la que adolece, de que eso no basta. Hay necesidad de que nada se interponga entre él y la foto.
Esto ha quedado claro en las dos propuestas más comentadas del discurso. La renovación por partes del Congreso y la descentralización del gasto más allá de municipios y regiones. En el primer caso dice que presentará la propuesta al Congreso y que si no le hacen caso convocará  a referéndum. En el segundo, de inmediato ha comenzado a organizar a la población en los denominados “núcleos ejecutores” que deberán llevar a cabo las obras que otros niveles de gobierno no hacen.
De esta manera pretendería cerrar el círculo, saltándose la división de poderes, inútil en esta propuesta, y también a municipios y regiones que ya habrían demostrado que no pueden hacer lo que los núcleos ejecutores van a realizar. Solo falta que nos diga que el MEF no sirve —lo que, si nos ponemos en su lógica, no estaría del todo mal— y lo reemplace por algunas cajas registradoras.
Sin embargo, una mirada más atenta revela la demagogia de la propuesta. La renovación por mitades del parlamento es una vieja propuesta de control de la representación que adquiere sentido dentro de una reforma constitucional sino integral al menos parcial, a la que el oficialismo de la mano de la derecha se niega. Por sí sola, sin embargo, se convierte en una moneda de cambio, que está condenada a ser flor de un día. En cuanto a la descentralización del gasto a los núcleos ejecutores la partida que se les destina es mínima: 900 millones de soles versus 10,000, aproximadamente, que deben gastar municipios y regiones. Esto en el mejor de los escenarios que permita a estos novísimos núcleos gastar ese dinero en obras y no en movilización aprista. A la postre un socavamiento al proceso de descentralización y no una ayuda.
Por otra parte, la esperanza de alguna derecha, asustada con los dislates de García a propósito de la crisis amazónica, de retomar la reforma del Estado, puede considerarse definitivamente muerta y enterrada. El planteamiento del caudillo plebiscitario no es modernizador ni reformista. En términos de manejo del Estado se trata de un mecanismo gravemente ineficiente y de una invitación a todas las partes, a la corrupción abierta.
¿Dónde está la oposición para García en este esquema? En ninguna parte, simple y llanamente desaparece. La oposición a la que se supone que cualquier Presidente demócrata que ha tenido un conflicto serio debe tender puentes para llegar a un mínimo de consensos y mantener el régimen en funcionamiento. Por lo menos  saber qué pasó realmente en Bagua, pero ni siquiera eso le interesa a García. Prefiere la repartija clientelista y el acuerdo plebiscitario, a la postre de él con él mismo.
La derecha ciega cuidando lo ganado en estos años de neoliberalismo no se da cuenta de los tremendos peligros que encierra para sus intereses reeditar abiertamente al caudillo plebiscitario. La izquierda y el nacionalismo no saben tampoco ponerse a la altura de las circunstancias y decirle al país que sí hay alternativa frente al desgobierno y la corrupción. Ya no puede haber compás de espera. Si los que se creen llamados no saltan al ruedo corremos el peligro de soplarnos más Garcías en años venideros.

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