La extraña enfermedad producida por la Justicia

Por: 

Francisco Pérez García

Existe en nuestro país un extraño virus que no logra ser identificado y que produce una extraña enfermedad que muchas veces suele confundirse con algún problema coronario o de hipertensión arterial. Este cuadro que supera a cualquier estudio conocido de la medicina moderna responde, casi siempre, a una situación particular o a un par de palabras que al parecer despiertan los malestares de quienes sufren de este extraño padecer.

El solo decir “prisión preventiva” o esperar el resultado de una casación que podría darle la libertad a quienes sufren de este mal son razones más que suficientes para despertar esta disminución de defensas que enferma hasta al más pintado de nuestros políticos o personajes públicos con alguna denuncia o investigación por corrupción.

Los antecedentes del uso de esta “técnica” que busca –al parecer- conmover al más estricto de nuestros jueces o fiscales, las podemos encontrar hace unos 10 años aproximadamente cuando el exhombre fuerte de América Televisión y patriarca de la familia Crousillat, fue trasladado a una clínica con una afección coronaria cuando se iba a discutir su posible libertad, tras varios años de prisión.

La foto de quien fuera el hombre más poderoso de la televisión peruana, pegado a una camilla y a tubos de respiración fue de tal impacto que logró ser liberado gracias también a las buenas influencias del entonces ministro de Justicia aprista Aurelio Pastor. Sin embargo, días después el buen Crousillat apareció feliz de la vida caminando por el boulevard playero de Asia –en el sur chico-  y haciendo sus compras para la semana. Obviamente, retornó a prisión.

El caso Fujimori

El affaire Fujimori es el que más alerta genera. Es viable, que exista –y esto sí respaldado por diagnósticos médicos- que una persona sufra de un mal coronario por razones genéticas y hereditarias. Es decir, si tu padre o madre estuvo mal del corazón o sufrió una dolencia cardiaca, existe una gran posibilidad que tú también la padezcas.

Este parecía ser el caso de Keiko Fujimori quien –casualidades de la vida- terminó en la clínica favorita de su padre, aquejada también por un malestar generado por la ansiedad de saber si al fin el Poder Judicial la libraría y rompería así este daño de ser la “primera presa política de este régimen”. Sin embargo, el parte médico revelaría que solo se trata de un pequeño malestar gastrointestinal, sumado a situaciones de ansiedad que son tratables en el ámbito psicológico. Suponemos que es un malestar que fue “in crescendo” desde la anotación de Odebrecht de “Aumentar Keiko para 500” y que seguro se complicó cuando salió la famosa reunión de Hinostroza con “la señora K” y que ahora golpea más cuando se sabe que posiblemente sus congresistas habrían servido de tapada para recibir dinero ilegal de la corrupta empresa brasilera.

En la misma dinastía son conocidas las antiguas afecciones de su padre que el día de su indulto se recuperó milagrosamente en la clínica donde se guarece cada vez que se enferma, para luego “recaer” cada vez que se intenta hablar sobre su situación política, con el fin de huir de la condena que aún purga.

PPK y Toledo

La unión de los expresidentes no solo pasa por las investigaciones que se les sigue por el presunto recibo de coimas de Odebrecht para la carretera Interoceánica.  Comparten también el mismo virus que ataca a todos los que son procesados por la justicia.

En Estados Unidos, la defensa de Toledo esgrimió razones de salud mental generadas en estas semanas de prisión, para liberar a su cliente. Su esposa Eliane Karp ha responsabilizado al juez Hixson y a la fiscal LaPunzina de la “próxima muerte” del exmandatario.
En el caso de PPK, es llamativo que cada vez que se va a discutir su traslado o no a una prisión común, es llevado de inmediato a una clínica. El hombre que en campaña bailaba, que los primeros días de gobierno hacía ejercicio con su gabinete, que tenía fuerza para gritar a los periodistas cuando le hacían preguntas incómodas… de pronto al saberse ajeno a su libertad, empieza a ponerse mal.

Otros casos

Sin ir muy lejos, Susana Villarán, exalcaldesa de Lima también sufrió de un desbalance en su salud en los primeros días que la sombra de la prisión preventiva se hacía más visible. Cierto, se recuperó y está cumpliendo estoicamente su encierro en Chorrillos, mismo penal del que Keiko Fujimori ha salido para pasar una jornada en la clínica.

En el 2015, Martín Belaunde exasesor de Ollanta Humala también sufrió los malestares de la edad (¿?) pero aparentemente no le alcanzó para evitar la prisión.

Por el lado aprista tampoco se escapan de este mal endémico. Luis Nava, exsecretario general de la presidencia durante el segundo régimen del suicidado Alan García,amenazó en reiteradas oportunidades que él podría ser “el segundo muerto de la fiscalía”, en clara alusión a esa teoría descabellada que responsabiliza al proceso judicial por el suicidio de García Pérez.

Y así hay varios que se escapan a la memoria del suscrito pero que en la revisión de los archivos periodísticos aparecen claramente perfilando un malestar que solo –parece- ser abatido con la libertad y más aún con la impunidad. Impunidad que esperamos no logre su objetivo sino más bien que la justicia aplique lo que deba aplicar.

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