La disputa por el futuro

En Otra Mirada en el último año y medio hemos bregado cotidianamente, junto con muchos otros actores sociales y políticos, por mostrar la necesidad de que el Perú termine con el continuismo con la dictadura de Fujimori y Montesinos que han significado los dos últimos gobiernos de Alejandro Toledo y Alan García.

Hemos señalado, además, que este continuismo se expresa en el modelo económico neoliberal y su correlato político, la democracia precaria en que vivimos, organizada todavía de acuerdo a los preceptos de la carta írrita de 1993. La lucha contra el continuismo ha devenido así en la divisa de todas las fuerzas progresistas que quieren una transformación democrática del Perú y miran con esperanza las posibilidades que se abren con las elecciones generales del próximo año.
Algún efecto en la opinión pública ha tenido esta campaña porque en las últimas semanas un concierto mediático y político ha pasado a la contraofensiva soltando varios argumentos que le den un “rostro humano” al continuismo. Primero se ha lanzado la especie de un rebrote terrorista, cuya falsedad ya hemos señalado repetidamente y con detalle en estas páginas. Es indispensable, sin embargo, para este concierto insistir en la mentira porque de ella depende la posibilidad de avanzar sin freno en la criminalización de la protesta y por ese camino llamarnos a todos terroristas. Luego, se han pasado a resaltar los avances de estos años, exhibiendo el crecimiento económico de la última década –los famosos indicadores macroeconómicos– y el supuesto chorreo consecuente. Por último, se dice que lo único que falta es ajustar las políticas sociales para que todo vaya de maravillas. Habría entonces que apoyar la continuidad de estas políticas, olvidándonos de la dictadura de los noventas y difundiendo la ilusión que en el futuro todos podrán consumir igual que aquellos cercanos a los beneficiados de hoy. En este guión coinciden el silencio de Luis Castañeda, las pintas de Keiko Fujimori y hasta las rabietas eventuales de Alejandro Toledo. Todos insisten ahora en “mirar hacia delante”.
A cualquiera que niegue el crecimiento, el argumento fuerte de este enfoque, basta con mostrarle los números para así, se cree, ponerlo contra las cuerdas. Lo demás, caería bajo el peso de estas cifras. Pero el crecimiento de la última década, como lo hemos dicho también muchas veces, no es un fenómeno que se da en el aire sino que forma parte de un modelo económico, con una altísima dependencia de los precios internacionales de los minerales, que concentra las utilidades en muy pocas manos y precariza gravemente el empleo, debilitando en lugar de fortalecer la economía nacional. En otras palabras, es un crecimiento muy vulnerable que exporta riqueza sin permitir que se reproduzca en el país, el poco trabajo que da paga salarios ínfimos y nos condena así al atraso secular.
Las consecuencias sociales del modelo también están a la vista: concentra el ingreso, producto del aumento de la distancia entre salarios y ganancias y se profundiza la desigualdad, al extremo que se tiene que juntar el ingreso del 40% de los peruanos más pobres para igualar a las utilidades de las grandes empresas extranjeras en el Perú. Empero, quizás el correlato político sea lo más importante. Este modelo concentrador y excluyente necesita de una democracia precaria para asentarse. Un régimen político donde cada vez se admite menos la protesta y se quiere sacar al otro del juego calificándolo de antisistema.
Los que aspiran a que esta versión de los hechos se asiente quisieran sacar del escenario a quienes denuncian al modelo neoliberal como la raíz de los problemas y quisieran centrar la agenda política en cómo mejorar la situación existente, desterrando cualquier intención de transformarla. Este parece haber sido el sentido de los múltiples comentaristas políticos con motivo de las Fiestas Patrias. No los ha ayudado, sin embargo, el discurso por 28 de julio del propio Alan García, carente de ideas, grandes y pequeñas, quien parece haberse refugiado en una lista de obras ante la falta de perspectivas en el último año de gobierno.
En Otra Mirada creemos de fundamental importancia tener en cuenta pasado y presente para poder mirar hacia delante y persistir en la denuncia del continuismo como el eje del debate que el país debe enfrentar de cara a las elecciones del 2011. Consideramos que cualquier intento de establecer un parteaguas distinto solo llevará a más de lo mismo, dejando al Perú en el entrampamiento en el que se encuentra hoy en día. Por ello, repetimos que las ilusiones que vende el neoliberalismo son flor de un día  y que el único camino es inaugurar un modelo de desarrollo integrador e inclusivo, que sea la base para una democracia en la que participen y se sientan representados todos los peruanos.      
 

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