La crudelísima batalla de dos días

Por: 

Víctor Caballero Martin

Fue una de las más crudelísima batallas que duró apenas dos días; fue sumamente intensa en la que destacaron los más duros combatientes, aquellos que no se paran un instante en medir sus fuerzas o en tener misericordia contra el enemigo al frente.

Ni el Quijote de la Mancha fue tan imprudente en el enfrentamiento que estos combatientes, que, con pluma en mano (o mejor teclado en manos y mouse en ristre), no vacilaron en destripar al contrincante, real o imaginario: qué importa, total enemigo es enemigo.

Cuando Cateriano juramentó como Presidente del Consejo de Ministro y nombró a su equipo de ministros con los cuales producir la gran y definitiva reforma estructural que el país le reclamaba (sólo él escuchaba esos reclamos), ya había decidido el escenario de la confrontación y valoró que sus fuerzas, su lengua y su prestancia le harían ganar una batalla sin mayor contratiempo; así que, insuflado de valor, diseñó las bases estratégicas del gran cambio teniendo como fuerzas acorazadas la gran industria minera, y como comandos de élites a los empresarios de la CONFIEP y a los más importantes columnistas de los medios de comunicación; con ellos no había posibilidad de contención ya que pulverizarían cualquier defensa en cuestiones de minutos, de horas quizá.

Le pasó lo que a Gonzalo Pizarro en la batalla de Jaquijahuana contra el Pacificador Pedro La Gasca: no tomó en cuenta que antes de la batalla ya sus huestes se habían pasado al otro lado o se habían hecho los locos y miraban al costado (que es una forma de abstenerse, también).

Terminada la batalla, mejor dicho: negada la confianza, los más belicosos combatientes, los comandos de élite, inmediatamente se apresuraron a delinear otra batalla más cruenta, sin contemplaciones, sin transar ni pactar, y sin controlar ni su pluma ni su lengua, ni menos su prudencia. 

•“Fanáticos religiosos” “que hablan si sustento de la realidad”, “no tienen ningún conocimiento de la cosa pública” calificó Pedro Cateriano al FREPAP.

•“Injertos de la Plaza Bolívar” calificó Augusto Álvarez Rodrich en un célebre y breve artículo de nomás de 300 palabras en donde lanzó más de 20 insultos a los congresistas, con lo cual mostró un extraordinario conocimiento de la jerga que sería la envidia de José Camilo Cela y de su Diccionario Secreto.

•“Produzcamos crisis permanente en esta guerra entre el Ejecutivo y el Legislativo”, sentenciaba Rosa María Palacios, y para ello le recomendaba nombrar gabinetes cada 30 días para evitar que se presenten al Congreso. Claro, antes ya había calificado que el Congreso (no solo los congresistas) debía ser intervenida por la Fiscalía porque ya era una organización delictiva.

•Ni que decir de los politólogos que desfilaban ininterrumpidamente en los sets de los programas políticos para descalificar al Congreso, a los congresistas: “el peor de la historia “…
Y así. Pero la guerra acabó. Vizcarra nombró a un nuevo Presidente del Consejo de Ministro, un Ministro de su entorno, de su confianza, sin juego propio, ni mayores expectativas que acabar lo más tranquilo estos ocho meses de gestión. 

Ahora todos a preocuparse por el corona virus que está arreciando con fuerza, hay muchas vidas que salvar, hay mucho por hacer. La economía está destrozada y la falta de empleo y el hambre que sufren la mayoría de los peruanos nos debe centrar nuestra preocupación en apoyar (y fiscalizar, claro está) los planes y programas de emergencia que han puesto en marcha el gobierno, y las campañas de solidaridad que vienen ejecutando organizaciones sociales y empresas privadas. 

Son meses muy duros los que tenemos por delante, no nos distraigamos en batallas imaginarias, ni hagamos caso a los comandos de élite que piensan en batallas imaginarias y en estrategias suicidas

 

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