#KeikoNoVa

Por: 

Yorka Gamarra Boluarte

El discurso de Keiko Fujimori al reconocer su derrota en las recientes elecciones, puede entenderse de varias maneras: Ya se ha hecho el análisis de lo que ha querido comunicar hacia afuera, pero también ha sido un mensaje para adentro del fujimorismo, para  su militancia, financistas, su padre y Montesinos.

Además de enumerar una larga lista de responsables de su segundo fracaso electoral donde según ella están “el poder mediático, el poder económico, las grandes empresas y el poder político”, Keiko Fujimori, ha dicho a sus partidarios que su segundo fracaso no se debe a ella sino, a todo ese conjunto de fuerzas al que ha tenido que hacerle frente. ¿Es posible pensar en una candidatura del fujimorismo sin un Fujimori a la cabeza?

Al momento de analizar el resultado electoral, se ha pasado por alto un importantísimo actor de este proceso: el colectivo KeikoNoVa, impulsor de las últimas multitudinarias marchas nacionales, no vistas desde la Marcha de los 4 Suyos en 2000.

Este bypass que hace la derecha y los medios, tiene el claro objeto de negar la existencia de un movimiento ciudadano, vigoroso, juvenil, amplio, variopinto y con enormes potencialidades de dirección y de movilización que a nivel nacional ha logrado estructurarse de manera coherente, haciendo trabajo de hormiga, sin recursos y sin candidato. Este colectivo ha logrado darle organicidad al antifujimorismo que ya tiene casi un cuarto de siglo.

Ha logrado además, desde antes de las elecciones de primera vuelta, identificar el escenario futuro y preparar las herramientas para una resistencia y lucha contra el fujimorismo. Ese escenario mayor, amplio, ciudadano que de todas maneras iba a ser necesario para afrontar la inminente segunda vuelta, contra el fujimorismo.

Mario Vargas Llosa también se va por las ramas, ha dicho que el triunfo de PPK se inscribe “…(como un) nuevo paso contra el populismo y de regeneración de la democracia, del que son jalones el voto boliviano en contra de los intentos reeleccionistas de Evo Morales, la derrota del peronismo en Argentina, la destitución de Dilma Rousseff y el desplome del mito de Lula en Brasil, la aplastante victoria de la oposición a Maduro en las elecciones parlamentarias en Venezuela y el ejemplo de un régimen como el de Uruguay y etc…”

El escritor no tiene una mirada dialéctica de los hechos, si la tuviera, sabría que la lucha por el gobierno y el poder es un proceso, donde unas son de cal y otras de arena. Y se ciega en su análisis: en Argentina lo que ha habido es un proceso de alternancia democrática, producto de las elecciones convocadas por el gobierno de Cristina Fernández.

Lo que ocurrió en Brasil (la suspensión de las funciones de la presidenta Dilma Rousseff) fue una vendetta golpista de los investigados por el caso Lava Jato, pero no por razones de corrupción sino por supuestamente haber maquillando los resultados del gobierno en 2014 y 2015. El Abogado General del Estado Brasileño, José Eduardo Cardozo, ya ha dicho que para que se configure el “delito de responsabilidad” es necesaria la existencia de dolo, “lo que no existiría aun si el gobierno hubiera cometido algún tipo de falta administrativa o de gestión financiera”.

Lo que pasa en el resto del Continente donde hay gobiernos progresistas, es la lucha por el poder. El Nobel o, quienes piensan como él, no entienden o no quieren entender, que una cosa es el gobierno y otra el poder. En Venezuela la derecha es absolutamente activa en la lucha por el poder, ya que no tiene el gobierno. Lo hizo desde el momento que perdió con el primer triunfo de Chávez y ha hecho una permanente labor de sabotaje. La historia no es estática, aun cuando tiene aparente permanencia.

La izquierda moderna cree en la democracia y la alternancia, la derecha latinoamericana en cambio, cree que solo ella tiene derecho a constituirse en gobierno, cuando lo pierde, se desespera y hace labor de sabotaje, esa es historia conocida.

En las recientes elecciones en el Perú, se ha producido un hecho sin precedentes, se ha creado un actor potente, con amplia convocatoria y que va a jugar un papel fundamental estos 5 años del gobierno de PPK. El fujimorismo, con mayoría en el Congreso de la República, va a seguir representando la corrupción, esa es la “mochila” de la que no puede desprenderse (tiene 11 congresistas recién electos con proceso penal abierto).

El fujimorismo va a querer disputar la calle, ya dijo que será oposición al Gobierno. El antifujimorismo y el movimiento KeikoNoVa, tiene el reto de darle batalla y ganarle ese sector popular que aún cree en ellos.

¿Es posible que ese espacio de resistencia ciudadana antifujimorista se convierta en alternativa política? ¿Debe continuar como un movimiento ciudadano? Para el debate.

 

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