El rectángulo de litio, el “sueño canadiense” y la subsidiariedad del Estado

Por: 

Humberto Campodónico

El litio es un mineral que está de moda, y no por sus cualidades medicinales tradicionales: el tratamiento de la depresión y el trastorno bipolar de las personas. 
Sucede que el consumo de litio para baterías ha aumentado significativamente en los últimos años. ¿Por qué? Porque se usan en los celulares, las herramientas eléctricas y las aplicaciones de almacenamiento en red. 

Y, sobre todo, porque las baterías de litio son la fuente de energía de los vehículos eléctricos (VE). Dicen los pronósticos que, en el 2030, la venta de VE será el 40% de ventas totales de automóviles. Este cambio estructural es parte de lo que se llama la transición energética, que deja de lado los combustibles fósiles, que son los que emiten los gases de efecto invernadero y causan el cambio climático que hoy nos azota. 

Traigo esto a colación porque el Perú hay 4.5 millones de toneladas (MMT) de reservas de litio en la Región Puno, en la mina Falchani, de propiedad de la canadiense Plateau Energy. Esta cantidad es muy importante y debiera haber activado la puesta en marcha de todos los requisitos necesarios para que la explotación de este mineral estratégico del siglo XXI esté acompañada de objetivos nacionales, como lo han hecho Bolivia y Chile. 

Lamentablemente, eso no ha sucedido. Pero antes de llegar a las razones, veamos lo que sucede con el triangulo de litio de América del Sur. De los 21 MMT de reservas mundiales (según el United States Geological Survey 2021 de EEUU1 ), Chile (Salar de Atacama) y Argentina tienen 9.2 y 1.9 millones MMT, respectivamente, el 61% del total. 

Esta cifra no incluye a Bolivia pues aún no ha comenzado la producción. Pero Bolivia, según el mismo USGS 2021, tiene nada menos que 21 MMT de recursos, que se convertirán en reservas cuando se hagan las inversiones y la producción comience. Bolivia sobrepasaría ampliamente a Chile y se convertiría en el país con las mayores reservas de litio en el mundo.

En el 2019, debido al golpe de Estado en Bolivia se suspendieron las tratativas de la estatal Yacimientos de Litio Boliviano (YLB) con el consorcio chino Xinjiang TBEA Group-Baocheng para constituir una empresa mixta para industrializar las reservas de litio de los salares de Pastos Grandes (Potosí) y Coipasa (Oruro). Este fue el llamado “primer golpe del litio”, pues hay una carrera estratégica entre EEUU y China por las reservas mundiales. Hace poco, con el gobierno de Luis Arce, se han reanudado las tratativas.  

En esta lucha por la hegemonía, tanto EEUU como China han creado diversos programas para sustentar sus intereses en el mundo y, particularmente en América Latina (2). En el caso de China, el más notable es la Iniciativa de la Franja y la Ruta. De su lado, EEUU tiene la Iniciativa "América Crece" y la Iniciativa para la Gobernanza de los Recursos Energéticos (ERGI, por sus siglas en inglés). La política de nuestros países debe ser aquella de mantenernos al margen de esta disputa y poner en marcha un no alineamiento activo, como lo plantea Rafael Roncagliolo.

Las 4.5 MMT de Falchani no superan ni a Bolivia ni a Chile, pero sí a Argentina. Y hay que tener en cuenta que las exportaciones de Chile en el 2019 bordearon los US$ 900 millones. 

De otro lado, del 2014 al 2016 hubo en Chile una importante discusión acerca de cómo debía el país enfrentar la exportación de este nuevo “oro blanco” (el litio se encuentra en los grandes salares). Se formó una Comisión Nacional del Litio para que “el Estado defina las condiciones y participe en la actividad, contribuyendo a dinamizar la exploración y explotación de estos minerales; maximizando y capturando su renta económica con una mirada de largo plazo, destinando parte de la misma para impulsar una industria que a través de la generación de valor transforme la oferta productiva del país” (Informe Final de la Comisión de Litio 2015, página 4). 

La consecución de estos objetivos no ha sido fácil y muchos aún no se logran. Pero se puede apreciar la seriedad con que se tratan y analizan. Hay una efectiva participación del Estado buscando promover los intereses nacionales aprovechando la dotación de un recurso natural que tiene calidad de estratégico en el siglo XXI. Lo mismo está haciendo Bolivia.

En Argentina, bajo Macri, se adoptó el esquema bastante conocido por nosotros: que las empresas explotadoras decidan lo que quieran hacer con el litio. Y la mayoría de ellas ha optado por “llevárselo en bruto”. Recién hace pocos meses el gobierno de Alberto Fernández plantea un proyecto de ley para “redefinir la industrialización del litio, incorporar los productores de autopartes (baterías) y fomentar la investigación, de manera que la extracción del litio sea inclusiva para que haya una cadena productiva que involucre a las pymes, que se genere empleo y que las comunidades donde está la minería se desarrollen en su conjunto” (El Cronista, 14/02/2021, https://www.cronista.com/economia-politica/el-g-obierno-interviene-en-la...). 

Nada de eso ha sucedido acá. La explotación de litio se aborda como si fuera un “commodity” más. El inversionista dueño de la concesión sabrá lo que hace con el recurso: “el Estado no debe inmiscuirse porque tiene un rol subsidiario”. 

Quien sí se manifestó a favor de tener una industria peruana de baterías de litio fue Laurence Stefan, director de operaciones de Plateau Energy Metals, dueño de Falchani: “Hemos conversado con varias partes interesadas, en Francia, Alemania, y con el Grupo Babcock & Brown Wind Partners (BBW)”, afirmó Stefan. “No puedo decir que van a venir a construir baterías mañana, pero creo que nuestro proyecto es tan vasto que ha puesto a Perú en el mapa de litio mundial. Si la pureza del producto es muy alta, el interés será grande” (La República, “Reserva de litio en Puno abre un nuevo producto para las exportaciones”, 4 de junio 2019). 

Increíble, ¿no? El canadiense dueño de la mina piensa en el Perú; lo que nuestros gobernantes, presos del chip neoliberal, no hacen. 

Pero este “sueño canadiense” podría haber sido solo eso. Hace una semana Plateau Energy Metals ha sido comprado por American Lithium (AL), también canadiense. Los planes de AL consisten en potenciar sus activos en EEUU y participan en la iniciativa de Elon Musk, dueño de Tesla (el mismo que dijo en julio pasado, a propósito del golpe en Bolivia: “derrocaremos a quien queramos, bánquensela”), empresa productora de autos eléctricos2. El ejecutivo Laurence Stefan forma ahora parte de la plana mayor de AL, o sea que sus sueños de una industria nacional de baterías de litio (si alguna vez los tuvo) ya lo deben haber despertado. 

Así las cosas, concluyamos con tres temas: Uno, que, en la pelea por la hegemonía en el siglo XXI, EEUU perdió la baza más importante, Bolivia, pero parece haber alcanzado un premio consuelo con el litio peruano. Dos, que la SUNAT se ponga las pilas y cobre el impuesto a la ganancia de capital de los vendedores Plateau Energy. 

Tres, que el gobierno a elegir el 11 de abril cambie de una vez por todas, y definitivamente, el chip neoliberal que nos hace creer que los recursos naturales son peruanos, cuando no lo son, y que comience una política de diversificación productiva, lo que incluye avanzar en la cadena de valor global del litio.

El triángulo de litio de América del Sur podría ahora ser un rectángulo. Pero eso nos sirve de poco. 

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1 Ver: https://www.usgs.gov/centers/nmic/lithium-statistics-and-information
2 Se afirma que en el 2022 saldrá al mercado un auto a un precio de US$ 25,000, con lo que los días de los autos “normales” estarían contados, 
https://www.forbes.com/sites/jamesmorris/2020/09/26/teslas-25000-electri...