El calvario del maestro

Por: 

Gonzalo García Núñez

Manifestaciones de miles de maestros en huelga, médicos, obstetras, enfermeras y trabajadores de la salud recorrieron las plazas y calles aledañas de Lima y de todo el país, haciendo conocer el malestar de importantes categorías de servidores públicos ante la erosión de sus ingresos y remuneraciones.  

La importancia de esta protesta se potencia por el número de profesores movilizados. Según cifras de Hugo Ñopo, el plantel profesoral se estimaba en 322,036 personas,  entre nombrados y contratados. Una gran parte son docentes de colegios públicos y casi 70% dependen de la planilla del Estado. 

La jornada laboral de los docentes tiene varios regímenes de dedicación horaria que van desde 24 a las 40 horas. Los docentes ganan en promedio S/. 1,714 soles más asignaciones y compensaciones que los llevan a S/. 2,000 soles mensuales, según el estudio de los salarios docentes realizado por los investigadores de GRADE (Ñopo et alii) en el 2004 y que ha sido actualizado  hasta el 2016. 

Como se observa en el grafico, el maestro es el trabajador cuyo ingreso ha sido desvalorizado en extremo. Veamos. 


La carrera docente en el Perú, Juan José Díaz y Hugo Ñopo

En soles constantes del 2011, el salario anual docente se calculaba en S/ 37,589 al terminar el gobierno de Juan Velasco. Este se reduce a solo S/. 4,274 durante el primer alanismo al cierre de la década de los ochenta, casi nueve veces menos. 

Desde el 2000 la recuperación salarial es lenta o inexistente, todavía es menos de la mitad de lo que ganaba en 1974. Algunos pensaron que con la nueva ley de la carrera magisterial  y otras normas de reforma se podía enfrentar el problema de la calidad educativa.

En efecto se alienta la evaluación del trabajo docente como un medio para aumentar la calidad de la enseñanza y la mejora del aprendizaje. Pero olvidaron los riesgos. Sin duda en una profesión que ha envejecido en promedio diez años en relación a otras y que tiene un potencial de pensionistas muy significativo, este proceso meritocrático ha suscitado muchos sentimientos de preocupación e inquietud, puesto que al tercer intento, la norma prevé el literal despido del trabajo. A ello se agrega que para compensar la debilidad del salario, las y los docentes duplican sus esfuerzos en actividades que ocupan el saldo de tiempo que disponen. No hay duda que en tales circunstancias, la dignidad del trabajo docente, mal remunerado y carente de incentivos, se haya visto menguada. Y que la cólera haya ido remplazando al miedo. Nótese que problemas como el desplazamiento a zonas menos afluentes, la subsistencia de una deuda social por tantos años de olvido, la dificultad de aprendizaje y enseñanza en medio rural alto andino, el malestar en general del ejercicio de la tarea explican en alguna medida la intensidad de la demanda del SUTEP.

Razones no le faltan pues a la protesta docente. Máxime si las nuevas reglas de la descentralización del gasto divide la negociación laboral en tantas gobernaciones regionales como hay en departamentos, lo que dificulta la centralización de las soluciones que se le pide al ente administrador.

Requiere en cualquier circunstancia que el Estado asuma su plena responsabilidad en el manejo de una nueva reforma educativa que reciba el aporte de los que enseñan, los que aprenden y los padres de familia. Sin duda un andar acompasado entre mejores ingresos de los profesores con reformas en paralelo que elevan la condición del trabajo. Quedamos a la espera de conocer el desenlace de esta vasta movilización docente y sus demandas.

 

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