Ecuador: Correa, un opositor desbocado

Por: 

Carlos E. Flores

Durante la campaña electoral anterior y esbozando un posible triunfo del movimiento Alianza País, nadie pudo imaginar que Rafael Correa sería el principal opositor al ahora presidente Lenín Moreno, el mismo que fue su vicepresidente entre el 2007 y el 2013. El mismo que llevó con especial desempeño y eficacia la llamada Misión Manuela Espejo, un conjunto de políticas públicas para grupos de atención prioritaria y que le granjeó sendos reconocimientos en la región. Los números y el contexto político del momento hizo suponer que el principal opositor sería Guillermo Lasso, el banquero que perdió la presidencia en el balotaje con 2.32% de diferencia. Un opositor que enfatizaba “desmontar” leyes e instituciones que consideraba un abuso del Estado y que impedían que el Ecuador se abra al mundo (“Más Ecuador para el mundo; más mundo en el Ecuador”); y un compañero de fórmula belicoso, que agitaba plazas y calles, denunciando corrupción y asegurando que llevaría a juicio a todos los “verdeflex” que se levantaron en peso al Estado. Que nos endeudaron, que nos robaron, afirmaba. 

Al perder las elecciones, Lasso llegó a afirmar: “No se equivoquen, jamás reconoceremos la victoria de un candidato declarado, por el CNE, como presidente electo, ese será un mandatario sin auténtico mandato, que nace en la oscuridad, que le huye a la verdad, que no quiso debatir, que quiere ejercer el poder sin legitimidad, será el sucesor de un dictador”.

A vísperas de cumplirse los 100 primeros días del gobierno de Lenín Moreno, la situación política muestra otro escenario. La diferencia más notoria corresponde a las tensas relaciones políticas entre el ex presidente Rafael Correa y el gobernante actual, que ha sido ingeniosamente recogida por el diario Extra. 

En ese sentido, se pueden identificar otros rasgos distintivos de la gestión actual.

Primero, abrir el diálogo con actores políticos de oposición que en los tiempos del correísmo fueron anulados bajo la premisa de que Alianza País fue elegido para gobernar y no para permitir la agenda política de la “partidocracia”. Es decir, cualquier diálogo democrático debía estar supeditado a las líneas matrices del gobierno correísta. Lenín, se acercó y escuchó a los distintos actores políticos de oposición, al empezar su gestión. 

Segundo, impulsar la lucha contra la corrupción, venga de donde venga. Un tema sensible y que ha sido diestramente manejado en la década anterior, donde los casos de corrupción y juicios políticos escasearon bajo la consigna de no hacer “show político” -para preservar la honra de los funcionarios públicos- y menos ceder a los desestabilizadores, sedientos, afirmaba Correa, de tener un trofeo que lucir. 

Hoy, el caso Odebrecht -que tiene 30 años de presencia en Ecuador-, y después de dos años de explotar en la región, empieza a ver la luz y ha provocado detenciones (ex funcionarios correístas y algunos familiares vinculados), prófugos y allanamientos en diversas ciudades del país. Los reflectores caen en cuatro figuras: el reelecto vicepresidente, Jorge Glas (a quien Moreno le quitó las funciones delegadas), el ex contralor durante 10 años Carlos Pólit y quien renunció al cargo desde Miami, el ex Fiscal Galo Chiriboga y el ex Ministro de Hidrocarburos, Carlos Pareja Yanuzelli, entonces prófugo en Estados Unidos y que se encuentra actualmente en Quito, arribando junto con el presidente de la Asamblea Nacional, José Serrano. 

Tercero, ha mostrado signos de austeridad (bajando el sueldo a cargos jerárquicos, vendiendo uno de los dos aviones presidenciales, por ejemplo) y muestras de una nueva relación con las organizaciones sociales, viendo una agenda sensible como es el pedido de la CONAIE para que 117 dirigentes criminalizados por protestas sociales reciban amnistía y otros 20 reciban el indulto. Hasta el momento Moreno a suscrito 5 indultos. 

Ante este escenario, Correa no ha dudado en calificar de deslealtad, traición, mediocridad y desencanto, en todos los tonos y los medios posibles, por las acciones de Lenín Moreno, quien busca diferenciarse de la gestión que le precedió. Este escenario movedizo y de reacomodo, despierta desconfianza en algunos sectores ya que consideran que todo esto se trata de un libreto ya diseñado. En política, no se dan puntadas sin hilos, aunque una explicación de este calibre sería pobre y reduccionista para comprender esta coyuntura. Por el contrario, la gestión actual apuesta por mantener las líneas matrices de Alianza País, en el sentido de mantener y ampliar las políticas de inclusión que fueron visibles durante el correísmo. Moreno se está poniendo al hombro la tarea de vitalizar las formas dialogantes, tanto en el país como al interno del movimiento que lo cobija. O pongámoslo a modo de pregunta, ¿Moreno pretende democratizar una democracia debilitada? En el frente externo ha logrado, al menos, bajar considerablemente las intensidades de una oposición que tomaba tonos viscerales, pero en el frente interno despertó reacciones del ala dura de Alianza País, firme defensor del pensamiento Correa. Es decir, polarizar la política y lo político y no ceder espacios a la oposición, bajo ninguna razón. 

Próximos a los 100 días, la gestión actual todavía no logra asentarse y subrayar una identidad. Si la construcción de dicha identidad cruza por el combate a la corrupción, venga de donde venga, esta puede ser de doble filo y podría causar un cisma en Alianza País. Poner entre rejas a funcionarios correístas podría ser un umbral que no sabemos si Moreno quiere cruzar ya que el ala correísta de su movimiento lo vería como un motivo de distanciamiento, quiebre. Entonces, la pregunta es, ¿hasta dónde es capaz de llegar la gestión actual en el combate a la corrupción? Si se continúa revelando más casos de corrupción sobre Odebrecht, ¿qué pasará con la composición de la Asamblea Nacional, donde Alianza País y sus aliados representan la mayoría absoluta? Es una mayoría que no le da para poder impulsar una reforma a la constitución, por ejemplo, y que a primera vista se presenta frágil porque una veintena de ellos son aliados, vienen de movimientos políticos locales. Finalmente, en el marco de estos próximos 100 días, sigue siendo una incógnita la situación económica del país, un asunto de especial sensibilidad para el correísmo. Correa, al dejar el poder, afirma en diversos momentos que “la mesa está servida”, incluyendo ahí que hay un país económicamente estable y que ha superado la crisis económica producto, sobre todo, de la caída del precio del barril de petróleo. 

Sin embargo, Moreno, dijo lo contrario, “no hay tal mesa servida, esa es la pura y neta verdad”. La situación económica es complicada y se pudo ser “mesurados” en el gasto. 

 

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