Desaprobado por mentir

Hace unas semanas, una encuesta de GFK para el diario La República, mostró que la desaprobación del presidente Ollanta Humala subió de 67% a 69%.

Su aprobación se mantiene estancada en 26% desde el mes anterior. Lo más interesante al leer esta encuesta es, sin embargo, las razones por las cuales el presidente sigue aumentando la cifra de desaprobación.

En la encuesta los entrevistados señalaron que la principal razón para desaprobar al presidente Humala es que “no cumple sus promesas”. Así lo señala un 57% de encuestados. Este dato es importante pese a que en algunos medios de comunicación se ha enfatizado cualquier otra razón de la lista: “No combate la delincuencia”, “gente inadecuada en cargos públicos”, “alza de precios”, etc.

Lo que encontramos es un hartazgo y la consecuente desconfianza en un sector de la población que se siente lógicamente engañado. Recordemos que el plan de gobierno que llevó al actual presidente Ollanta Humala a la segunda vuelta es aquel que parece haber olvidado. Los electores muestran su rechazo y no lo hacen sólo mediante encuestas.

Hace unas semanas, el paro convocado por distintos gremios tuvo una fuerte presencia de manifestantes. No sólo los gremios se hicieron presentes, sino distintas organizaciones sociales, colectivos civiles, etc. se plegaron a una plataforma de demandas amplia. El impacto, además, no se circunscribió a Lima.

En el sur, región que fue fundamental para la victoria de Ollanta Humala, el descontento es notorio. La ruptura con el actual gobierno se hace cada vez más evidente. Como muestra, el apoyo al paro nacional convocado para el 26 de septiembre pasado. El reclamo por el incumplimiento de promesas es sólido, justificado y sistemático. Para muestra, tenemos La Convención en Cusco, donde el mismo 26 de septiembre se sacó el tubo colocado por Ollanta Humala en marzo del año 2012 como muestra del inicio de las obras del Gasoducto Surandino, otrora promesa de campaña. Esta es, tal vez, una de las muestras más evidentes del hartazgo.

El proyecto del gasoducto fue uno de los motores más importantes de la campaña del 2011, como del apoyo que obtuvo el actual presidente en el sur del país, ahora que es tema “modificado”, por no decir olvidado o postergado, trae como lamentable consecuencia el descontento y el reclamo.

Pero en Palacio de Gobierno las cosas no cambian. La apuesta por el continuismo se mantiene, si no se aumenta, y ello grafica un escenario irresponsable e injusto. Más allá de las encuestas, que seguramente en algo perturban el ánimo presidencial, el tema es el compromiso desechado y las expectativas olvidadas. No hacen falta más cifras para notar el descontento. La aprobación, a fin de cuentas, es la de aquellos mismos que han aprobado a Alan García, que aprobaron a Alejandro Toledo y a Alberto Fujimori. Qué triste comparación para quien, se supone, iba a liderar una transformación.

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