Alan García: jalado en popularidad

La última encuesta de Ipsos/Apoyo a nivel nacional que publica el diario El Comercio muestra un Presidente reprobado en popularidad en un momento clave como es la casi mitad de su gobierno, al que dos tercios de los peruanos señalan como deficiente en su comunicación con la gente (62%), incapaz de manejar los conflictos (66%) y con un equivocado estilo de gobierno (67%). Una desaprobación, además, que se ha duplicado, en relación a la que el propio García, en medición de la misma empresa, tenía al inicio de su gobierno. Todo esto a pesar de los esfuerzos oficiales de los últimos meses por recuperar popularidad con medidas clientelistas para los sectores más pobres de la población.
 
Pero esta comprobación se agrava si observamos los temas que la gente resalta como deficiencias y vemos que los dos más importantes son: falta de trabajo (41%) y corrupción (34%), curiosamente los mismos temas que la ciudadanía señalaba como las cuestiones a superar el año 2001, luego de la dictadura mafiosa de Fujimori y Montesinos. Y fueron también estos temas, falta de trabajo y lucha contra la corrupción, los que informaron las promesas de campaña tanto ese año, con Alejandro Toledo, como en el 2006 con el propio García. Sin embargo, dos gobiernos elegidos y ocho años han pasado y continuamos en lo mismo.
 
En contraparte, el oficialismo nos muestra el crecimiento del PBI (que este año promete ser negativo), de las reservas y de la inversión tanto pública como privada. Pero, ¿cómo se explica el descontento en medio de estos crecimientos? Porque se trata de un crecimiento oligopólico, que beneficia a unos muy pocos que se vienen llevado casi todas las ganancias en estas últimas dos décadas. Un crecimiento con vaivenes que tiene guardianes como García que mantienen cerrados los canales de distribución como son la presión sindical y tributaria, así como la presencia del Estado en áreas claves de la economía. A lo cual se agrega, como señala el analista Fernando Tuesta, el tradicional estilo intolerante de García y su gobierno, que tacha de enemigo a todos sus críticos y se siente él mismo un enviado de dios, como lo dijera hace pocas semanas, para convencer a los mortales de su palabra.
 
¿Continuará la traición a las promesas electorales siendo la moneda corriente de los gobernantes, especialmente en los temas de trabajo y corrupción, o nos espera una política distinta donde los elegidos hagan lo que digan y así lo sienta la ciudadanía?

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