¿El rebote?

Por: 

Gonzalo García Núñez

La economía peruana rebota desde mayo 2020. Según se observa en las estadísticas  del INEI, el PBI solo cae -11.71% en julio. Menos en Agosto.

Igual, la pandemia cobra menos vidas desde hace un mes. Dos señales fuertes.

A la fecha,  la producción  se recupera movilizada por un  plan reactivador de cuatro  fases. Después de la negativa inflexión del primer trimestre del año, recuérdese,  la economía enfrentó el shock de la pandemia con el jarabe amargo de la cuarentena. 

Así en marzo, la actividad económica medida por el PBI real cayó en   -16.7  % y  en abril en   - 39.9 %. Tocó fondo como nunca en su historia republicana.  

Ahora se despliegan la segunda y  la  tercera fase reactivadora. Los mercados ya emiten señales de un rebote inminente. Así se comprueba en las cifras un poco  menos dolorosas del PBI de mayo (-32.7%), junio (-18.1%), Julio (-11.71%)  y de Agosto, medido por variables claves: El  rebote viene  en V.  Ayuda que la demanda internacional haya comenzado a recomponerse.

Las caídas -en promedio-  se atenúan mes a mes. De cumplirse los  vaticinios,  el PBI debe cerrar diciembre en -10% interanual y estará cerca a cero en febrero mientras que este año el mundo caerá entre -4% a -8% según el FMI. 

En cuanto a hondura de crisis comparada, la del 2008 de las subprimes, cayó –0.1% (siempre en promedios). En suma, el mundo caerá  -4%  y el Perú a -10% al cierre del año.  

Si las tendencias  se confirman nos vamos hacia rebotes   sectoriales vecinos a 9% en el 2021  y en promedio, el crecimiento de la economía peruana  estaría liderando América Latina en el 2022.   

Algunos factores requieren la máxima atención. El empleo adolece del síndrome de la  “suspensión perfecta”. Los trabajadores sufren por el desempleo y se ajustan por menores  remuneraciones, el gobierno cede los ingresos por impuestos y sus exiguos recursos deben conciliarse con las transferencias a los más pobres y las remesas a las regiones, sobre todo las del medio rural.  

Y de preocuparse de sostener el ingreso de la pequeña agricultura. Y ordenar las complicadas  transacciones en  el así llamado sector informal urbano, los gamarras. Universalizar bonos.

Este envión fiscal debe  estimular la demanda de bienes y servicios, mientras que la liquidez llega al poder de compra de consumo de hogares. Y renovar la vida del “diario”, los mercaditos, paraditas, centros comerciales, en fin la trama de las transacciones del público con la red minorista  y agregados, las redes de los grandes proveedores. Todos expuestos, empero, al riesgo del incierto virus19. 

También el plan reactivador debe despejar un  excedente a las empresas  para activar  el capital de trabajo, defender y mejorar la caja, aumentar los inventarios y reparar lo que haya que reparar en los hornos y maquinarias.  

Pero el timing es  pausado. El virus maldito recorre las calles. Siembra incertidumbre en los empresarios y trabajadores, auto empleados e independientes, ¿hasta cuándo durara? 

Paulatinamente  la rueda de la producción reiniciara su giro. Poco a poco se reanudaran los eslabones de la circulación de capitales, empleos, bienes y servicios. Y se   reanimaran  las expectativas de los agentes en las regiones y territorios.  

Que el número de contagiados, hospitalizados,  personas en cuidados intensivos y fallecidos confluyan a la baja, en especial las cifras de letalidad, es una  señal alentadora para la economía de la gente que  conforta ante el riesgo  de la inflexible guadaña. Claro que esta es solo una señal optimista de un mes. La experiencia mundial revela que el virus no se va, que regresa, que hay segunda y hasta tercera ola. No descuidarse un solo  momento. 

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