Violencia de género. Cuando la víctima permanece con el agresor

Por: 

Francisco Pérez García

Jueves 16 de enero del 2020. Después de las 4 de la tarde, Brigitte Flores salió de la comisaría de Apolo en el distrito limeño de La Victoria. Tranquila, como recuperada de una noche de desvelo, se paró frente a los periodistas que la esperaban para recoger sus indignadas declaraciones y su testimonio frente al hecho de haber sobrevivido a un intento de feminicidio. 

La noche anterior, Julio Mogollón le roció combustible, tras insultarla y empujarla, e intentó lanzarle un encendedor. La acción de un limpiador de autos evitó la tragedia. Pero lo que dijo Brigitte al día siguiente fue sobrecogedor. “Ha sido un problema de pareja, yo entiendo su trabajo (de los periodistas) pero por favor, dejen de acusarlo. Hemos tenido otros problemas antes, ayer hemos estado ebrios los dos, pero no ha habido agresión”, sentenció al tiempo que culpaba a sus hermanas de denunciarlo porque tenían problemas con ella y no lo soportaban.

Horas antes, vía Twitter, el general del ejército en situación de retiro, Daniel Mora, publicaba un “comunicado” de su esposa donde “lamentaba” que un “incidente familiar” del pasado sea utilizado de forma malévola con fines políticos. El “incidente” era una denuncia policial del año pasado hecha por ella misma donde relataba las agresiones físicas de las cuales fue víctima por parte del ahora excandidato congresal del Partido Morado. Insultos, bofetadas y patadas en el piso que dejaron moretones y una recomendación de terapia psicológica para el agresor fueron el resultado del minimizado “incidente”. Pero la señora, de 72 años, consideraba que “ninguna familia es perfecta” y que el asunto ya había sido “superado”.

Semanas atrás otra mujer evitó denunciar a su agresor y hablaban de un “síndrome de Estocolmo”, muchas otras veces, cientos de mujeres se niegan a denunciar a su pareja que las golpea, las maltrata física y psicológicamente, o aceptan el maltrato porque “ellas lo provocaron”. Y la pregunta es ¿por qué ocurre esto? ¿Cuál es el “poder” del agresor que termina por “convencer” a la mujer que ella es la culpable o que él no le ha hecho nada?

En Otra Mirada recogimos algunas opiniones y conversamos con algunas especialistas, respecto a esta situación para tratar de entender lo que viven miles de mujeres agredidas y violentadas que optan por el silencio, no por “que quieren” o porque así lo desean, sino por cuestiones que van más allá del prejuicio que podamos tener los que no estamos involucrados.

La naturalización de la violencia
Para María Ysabel Cedano, abogada del Estudio para la Defensa de los derechos de la Mujer (Demus), existen varias causas para este tipo de reacciones, una de ellas “la educación que recibimos en las escuelas, en las casas, o a través de los medios de comunicación y que naturaliza la violencia y la justifica”.

Esta naturalización de la violencia se basa en roles donde la mujer está destinada a ser “la esposa, la madre, que preserva la familia y está influenciado por el tema religioso”, señala Cedano quien toma el caso de la esposa del general Mora para determinar cómo en las generaciones anteriores la denuncia de la agresión o del “incidente” es una forma de “quebrar la familia”.

Ana Jara, exministra de la Mujer coincide en que muchas veces el mismo entorno familiar “las hace responsable de las consecuencias de denunciar los hechos, las presionan al decirle a la mujer que si hablan, si se quejan, le “fregarían” la vida a su agresor, perdería su trabajo, iría a la cárcel, (o le cuestionan) en qué estado quedaría la familia, en suma, le inculcan sentimientos de culpa y ellas terminan por callar”.

Relaciones de poder y el patriarcado
En este tipo de situaciones existe lo que se conoce como un “ciclo de violencia”, que es el proceso que inicia primero con bromas hirientes, insultos, luego controles frenéticos bajo el pretexto de “me cela porque me quiere”, y posteriormente agresiones físicas y cuando no la muerte.

Al respecto, Susana Chávez, directora de Promsex afirma que “se debe saber que muchas veces resulta muy difícil romper con la relación entre otras razones porque se asume que la pareja va a cambiar y que hay muchos momentos en la vida en común que la pareja no es violenta”.

Chávez señala -analizando los casos conocidos y otros más tratados por profesionales- que “lo que las mujeres muchas veces no saben y tardan en reconocer es que hay un patrón, que después de la violencia viene el perdón, luego la reconciliación para después iniciarse la molestia, incomodidad hasta la expresión de la violencia, que puede ser un grito, un portazo, un empujón, una andanada de golpes y hasta el ahorcamiento o el disparo”.

Para Angélica Motta, antropóloga feminista e investigadora de la universidad Cayetano Heredia, cuando existe esta relación de poder de género y un ciclo de violencia instalado “es muy difícil para las mujeres salir de esa situación, en muchos casos existe dependencia económica, afectiva, o ambas”.

En ese aspecto, la exministra de la Mujer, Aida García Naranjo considera que el Estado y la sociedad en general deben apuntar a “generar mayores oportunidades de empleo femenino, ingresos y créditos accesibles para promover una autonomía económica y así obtener una menor dependencia del proveedor”.

Tanto García Naranjo como Cedano coinciden que es indispensable modificar los roles del modelo patriarcal de nuestra sociedad que ubican a la mujer en el espacio doméstico, del cuidado de los hijos y estableciendo formas de subordinación al hacerlas dependiente y bajando su autoestima.

A esto Cedano le suma la necesidad de trabajar con las autoridades policiales, fiscales y judiciales que trabajan estos temas pues en muchos casos la desatención y la revictimización generan desconcierto en otras víctimas que prefieren callar a evitar la humillación.

¿Qué hacer frente a esta situación?
En lo que coinciden todas las entrevistadas, desde sus respectivos campos de trabajo, es que no se puede culpar a la víctima por permanecer en un espacio de violencia. Angélica Motta señala que “juzgarla o burlarse es una actitud equivocada que no contribuye y más bien revictimiza. La responsabilidad de la violencia es del agresor y que una mujer logre salir del círculo de la violencia no será por señalamientos sino por recibir el soporte necesario”.

Ana Jara considera, en cuanto al soporte, que hay algunos pasos que se han dado que deberían servir para lo que ella llama “un trabajo de largo aliento” en la lucha contra la violencia a la mujer.

“Como sociedad estamos despertando de todo circulo vicioso de la Violencia de Género, el Estado ha asumido como Política Pública su erradicación con Planes Nacionales y Presupuesto que se asignará por resultados, a partir de ahora, es decir que se va a medir con cifras, el avance del cumplimento de las metas”, señal.

Finalmente, Susana Chávez asegura que tomar conciencia del ciclo de violencia es clave y “esa es una labor no solo de las víctimas, sino de todos los y las profesionales con las cuales se vincula la mujer, incluyendo el profesor de la escuela, quien a través de lis niños, puede identificar que es una familia afectada por la violencia de género”.

 

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