El consenso dominante apesta

Por: 

Nicolás Lynch

El ejercicio de la derecha (Keiko, Alan, Toledo, PPK) en las últimas semanas está concentrado en esconderse. La discusión sobre las responsabilidades del parón económico, promovida intensamente por el IPE, tiene un solo objetivo: contarnos que todo iba muy bien hasta que se inició este gobierno, que se ha convertido súbditamente en el culpable de que todo vaya mal. Ya se olvidaron que ellos son los que han puesto a todo el personal que maneja la economía y sectores productivos, ministros incluidos, en los últimos 25 años; y que en los últimos años también se quieren comer a otros sectores como Defensa y Educación, seguro que por sus cuantiosos presupuestos.

Se resisten a aceptar, como lo hace cualquiera con dos dedos de frente, que la crisis económica tiene un origen externo porque esta forma de crecer tiene un motor también externo, en la demanda del mercado mundial. No lo hacen porque aceptarlo los llevaría a renegar del modelo neoliberal que nos ha llevado a la situación actual y plantear (si tienen alma) su cambio por otra forma de crecer que nos conduzca al desarrollo y no al saqueo como la actual. La discusión, por lo tanto, como está planteada no tiene pies ni cabeza y solo abriga objetivos electorales, buscando que sus candidatos se presenten como lo que no son: personas interesadas en el bienestar de los peruanos.

El gobierno actual, por otra parte, da pena. Ha seguido a pie juntillas todo lo que la derecha le ha dicho, en especial en el terreno económico, y le siguen dando duro día tras día. No le perdonan que se hayan creído, aunque sea por unos minutos, lo que no eran: gobernantes de este país. Es increíble pero continúan, como buenos incapaces, sin moverse un ápice de las recetas de los más poderosos.

En el otro gran tema: la corrupción, pasa algo similar. Toda la derecha tiene sospechas, acusaciones y/o sentencias de corrupción. Sin embargo, no cesan de acusarse, investigarse, desautorizarse etc., etc. Es más también asustan al gobierno y el gobierno, con menos suerte, trata de asustarlos a ellos, pero todos están en el mismo charco. Y si en algo se han convertido en duchos el gobierno y la oposición neoliberales es la técnica judicial de procedimientos, amparos y revisiones para que las investigaciones nunca lleguen a nada y todo siga, más o menos, igual. 

Pero en este tema de la corrupción parece más difícil esconderse que en el de la economía. Es más sencillo entender que alguien tiene la tentación de usar el poder en su beneficio que evaluar una política económica, sobre todo después de las ilusiones que trajo el crecimiento sin redistribución. Esto hace que haya candidatos tradicionalmente punteros que ahora están de coleros y que se tema que no avancen mucho.

La posibilidad de esconderse se torna entonces frágil y debería haber espacio, más incluso que en año 2011 para un discurso alternativo. Hay necesidad entonces de plantear una propuesta de gobierno distinta de la actual gobernabilidad neoliberal y lejos de la escandalitis cotidiana en la que está sumida la escena actual. A contrapelo de lo que suelen decir los marketeros, que hay que parecerse al consenso dominante para ganar, creo que ahora más que nunca hay que oponerse al consenso dominante para forjar una mayoría nacional alternativa. La razón es sencilla, el consenso dominante apesta.

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