Chávez: hacer posible los sueños*

Hay una costumbre, un hábito muy español, que es hablar bien de quién se muere. En este caso no ha sido así. Los grandes medios de comunicación no han perdonado a Hugo Chaves ni siquiera después de muerto. Las descalificaciones han sido recurrentes: golpista, dictador, autoritario, gorila…envuelto todo ello en eso que ha terminado por convertirse en uno de los peores insultos políticos: populismo.

No hay que extrañarse. Es un caso típico del odio de clase, es decir, los poderosos acaban mostrando su desprecio y su repugnancia ante aquellos que ponen en cuestión sus privilegios, sus reglas del juego y, lo peor, ejercen el derecho a la rebelión cuando la injusticia es ley.

La figura de Chávez tiene, al menos, tres dimensiones: la geopolítica latinoamericana, la específicamente venezolana y, más allá, la simbólica. Estas se podían resumir muy bien hablando de lo que pudiéramos llamar “las promesas incumplidas de la independencia latinoamericana”. Chávez representa mejor que nadie este esfuerzo colectivo por salir de una frustración histórica que dura más de doscientos años.

¿Cuáles fueron esas promesas aún pendientes en Latinoamérica? La primera, la independencia nacional. Como sabemos, el dominio español fue seguido por el férreo control que la administración norteamericana ha venido ejerciendo sobre el conjunto de América Latina y el Caribe. La segunda cuestión fundamental fue la democracia. La independencia  trajo en todas partes el gobierno de las minorías criollas y la exclusión de las mayorías social, étnicas y culturalmente diferenciadas. En tercer lugar, la justicia social. Países ricos y con inmensos recursos han vivido hasta el presente con enormes desigualdades sociales de todo tipo, donde la pobreza y la marginación siguen siendo un componente real de las vidas de las gentes. En cuarto lugar, la unidad e integración latinoamericana como base y posibilidad de un futuro mejor para todos y todas.

Si nos fijamos bien, cada uno de estos aspectos explica el programa real y la práctica política que ha venido ejerciendo Hugo Chávez. De ahí también el odio que los poderosos del mundo le profesan y la permanente y descomunal campaña que en su contra se ha venido realizando. La llamada prensa libre española ha batido en este aspecto todos los record. Lo que no se le perdona es su apuesta clara y nítida por una democratización sustancial del poder económico, mediático y político. La paradoja, solo aparente, es que en América Latina y el Caribe y, especialmente, en Venezuela, la democracia hoy es más fuerte que nunca y lo es porque ha incorporado a la vida política a las mayorías sociales excluidas; lo es porque los inmensos recursos naturales y sus rendimientos se están  poniendo al servicio de las necesidades básicas de las personas, asegurando derechos sociales (salud, educación, pensiones…) y una economía menos dependiente y más diversificada; lo es porque se está recuperando la soberanía política y económica nacional y  porque la integración avanza con paso firme.

Todo esto está unido al nombre y a la acción política de Chávez. Basta comprobar las diferencias existentes entre lo que fue y lo que hoy es América Latina, solo 14 años después. Seguramente su triunfo mayor ha sido convertir sus sueños justicieros en conciencia de unas clases subalternas que se saben, al fin, protagonistas de su propia historia.

Por: Manolo Monereo

                                             

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