Boric y el nuevo Chile

Por: 

Alberto Adrianzén M.

Contra los pronósticos de la mayoría de las encuestas el resultado final de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Chile favoreció al perdedor de la primera rompiendo así con lo que había sido una tradición de ese país: el que ganaba en la primera vuelta también ganaba en la segunda. Ahora sabemos que no fue así.  El triunfador fue Gabriel Boric que logró un holgado triunfo frente a José Antonio Kast (casi un millón de votos de diferencia) candidato de la extrema derecha, admirador del dictador Augusto Pinochet y de Jaime Guzmán fundador del movimiento fascista Patria Libertad que combatió política y militarmente al gobierno socialista de Salvador Allende (1970-1973).

Gabriel Boric es un joven izquierdista de 35 años, diputado de la provincia sureña de Magallanes, militante de Convergencia Social, exdirigente estudiantil y heredero del llamado estallido social que logró la convocatoria a las elecciones para una Asamblea Constituyente. Boric, por otra parte, no solo es el candidato más votado desde que Chile volvió a la democracia en el año 2000 sino también el ganador en las elecciones con mayor participación electoral desde que el voto es voluntario.

También será el presidente más joven en ese país y uno que no surge de las canteras de la vieja izquierda presente en los últimos 20 años de democracia chilena. Boric es un presidente que no vivió la polarización de los años setenta bajo el gobierno de Allende ni los años más duros y represivas de la dictadura pinochetista. Nació en 1985. Boric se educó, militó e hizo política (a los 27 años fue diputado) en una democracia gobernada por los herederos los setentas: socialistas, comunistas y democratacristianos. Su izquierdismo, para decirlo, en otros términos, es distinto. En ese sentido, Boric, es un “político nuevo”; es también una “novedad” que representa, en cierta manera, una ruptura con un pasado político y también con los llamados “políticos tradicionales”. Lo que está en discusión es si son al mismo tiempo una continuidad de ese pasado.  Si algo expresa este cambio es la emergencia de una nueva elite política izquierdista integrada mayoritariamente por jóvenes, hombres y mujeres, que fueron protagónicos antes, durante y después del llamado al estallido social que movilizó a la mayoría de chilenas y chilenos.

Se podría decir que mientras Kast representa el viejo pinochetismo, esta suerte de ideología autoritaria que combina neoliberalismo económico con ideas conservadoras en el campo social y cultural, Boric expresa más bien lo que podemos llamar el “nuevo Chile” y una nueva agenda en la que destacan, como lo afirmó en su discurso luego de conocer los resultados electorales, el cambio climático, los pueblos indígenas. la lucha contra la desigualdad, los derechos de las mujeres, el rescate de lo público, la dignidad de los trabajadores y los derechos humanos.

Sin embargo, la pregunta que hay que hacerse es si se logrará afirmarse el Chile que nace con el triunfo de Boric, es decir, un Chile con un gobierno consiente de sus propias limitaciones ya que tendrá que gobernar en una suerte de empate con el poder legislativo, lo que lo obligará, seguramente, a pactos y acuerdos, o sí más bien el triunfo de esta nueva izquierda chilena provocará un rápido proceso de polarización político y social como ha sucedido en países de la región. No hay que olvidarse que la fuerza que quedó en segundo lugar es la más dura y la más reaccionaria si la comparamos con la derecha que representa el actual presidente Sebastián Piñera lo que convierte a Kast en jefe político de la oposición al nuevo gobierno de izquierda.

Hace unos días en la ciudad de Miami tuvo lugar un foro del Instituto Interamericano para la Democracia sobre la segunda vuelta en Chile donde se sostuvo que un triunfo de Boric sería una victoria más del llamado “castro-chavismo” al convertirse este país en uno más de lo que ellos llaman los gobiernos “paradictatoriales”; es decir, gobiernos que ganan las elecciones para luego implantar el “socialismo del siglo XXI” como hoy sucede en México, Argentina y Perú. Este instituto abiertamente de ultraderecha anticomunista está ligado al partido republicano, especialmente al senador Marco Rubio y al exilio cubano, y a sus reuniones asisten políticos peruanos como Luis Gonzales Pasada, Rafael Rey, Jorge del Castillo, Lourdes Flores, entre otros.

Es, además, el mismo instituto que estuvo detrás de la campaña internacional de desconocimiento del triunfo de Pedro Castillo encabezada por Keiko Fujimori y la derecha. Y si bien el indiscutible triunfo de Boric frente a Kast, a diferencia, por el ejemplo de lo que sucedió en nuestro país, ha frenado, como dicen en Chile, la “campaña sibilina al estilo Trump” de desconocimiento del resultado electoral, no hay que olvidarse que la región está hoy inmersa en un proceso de polarización política y de crecimiento de grupos de ultraderecha en diversos países. Uno de ellos el partido Republicano de Kast. Por ello, si bien Gabriel Boric no es Pedro Castillo ni tampoco la coalición política que lo ha llevado a la presidencia es como Perú Libre, no hay por qué descartar un proceso que puede darse en Chile similar al que vivimos hoy en el Perú y en otros países de la región. Porque la ultraderecha internacional y los grupos empresariales son, prácticamente, iguales todos los países de América Latina. Ayer lunes la bolsa de valores en Chile se “desplomó” y el dólar subió, algo que los peruanos y peruanas conocemos de cerca y que hoy lo estamos viviendo.