Algunas lecciones de la pandemia

Por: 

Humberto Campodónico

A estas alturas queda cada vez más claro que los diferentes enfoques frente a la pandemia nos dejan importantes lecciones. He aquí algunas de ellas. 

Las cuarentenas 

Las cuarentenas son necesarias. Todos los países del mundo las aplican debido a un hecho clave. El virus se transmite más rápido si es que hay mayor contacto entre las personas. Por lo tanto, es clave que esa movilidad disminuya. Para eso sirve la cuarentena: para disminuir los contagios. 

Las cuarentenas tienen distintos grados de severidad. Algunas van al cierre casi total de la economía, como fue el caso de China en enero del 2020 en Wuhan. Otros países aplican cuarentenas por regiones y por industrias (algunas cierran, otros no). Otros países, como el Perú, aplicaron cuarentenas severas (ver gráfico del MEF, junio 2020), donde buena parte de los sectores productivos cerraron, quedando abiertos solo la industria alimenticia, las farmacias y el sector transportes.

Pero hay también otros motivos para la cuarentena. Uno de ellos es “ganar tiempo” para tratar de “poner al día” un sistema de salud en malas, o pésimas, condiciones. En ese lapso, hay que conseguir mascarillas, ropa para los médicos y, en lo fundamental, aumentar la capacidad de producción de oxígeno, camas en los hospitales y, sobre todo, camas para las Unidades de Cuidados Intensivos (camas UCI). 

Eso pasó en el Perú donde 30 años de neoliberalismo nos dejaron con uno de los peores sistemas de salud de toda la Región. Numerosos autores ya nos han dicho que la inversión en salud fue de las más bajas de América Latina. Como dijo el caricaturista Heduardo, parafraseando a Raimondi: El sistema de salud del Perú es un mendigo sentado en un PBI de oro. Es el “principio” de la subsidiariedad de la actividad del Estado: el privado debe hacer las inversiones en salud, educación e infraestructura; solo si el privado no las puede o no las quiere hacer es que puede entrar el Estado. Concepción equivocada que se debe erradicar

La falta de una política industrial 

La cuarentena también reveló que el crecimiento económico provocado por el super ciclo de altos precios de las materias primas (debido a que China compraba esos minerales para llevar adelante su proceso de industrialización) no tuvo un correlato en el aparato productivo nacional que pudiera promover la creación de empresas que generen valor agregado y empleos adecuados. Quienes pudieron salir de la pobreza pasaron a engrosar las filas de la informalidad, que representa el 70% del empleo en el Perú. 

La industria pasó de representar el 17.5% del PBI en el 2007 a solo 12,3% en el 2019. Con el empleo formal del sector pasó algo parecido: el 8,3% de tasa de crecimiento en el 2008 disminuyó a solo 0.1% en el 2018, según el Ministerio de Trabajo. 

El Instituto de Estudios Económicos y Sociales de la Sociedad Nacional de Industrias dice: “En el Perú, el estancamiento productivo es consecuencia de la ausencia de una política industrial integrada con un proceso de diversificación productiva de contenido estratégico”. 

Esta ausencia de política industrial se ha caracterizado también por una reducción arancelaria indiscriminada, a tal punto que el arancel peruano es de solo 2.4% en promedio.

Estamos en la Liga 1 de los diez países con menos aranceles en el mundo, al lado de Hong Kong, Macao, Singapur, las Islas Seychelles, las Islas Mauricio y Timor. Imagínense: como si fuéramos una islita que no tiene más remedio que abrir toda su economía, gratis, al exterior. No, pues, tenemos un mercado y una industria que proteger. Es el ABC de la política comercial: la apertura se negocia, no se regala. Como se aprecia, países como EEUU, Israel, Japón, Unión Europea, Chile, Colombia, México, China, Brasil y Corea del Sur, tienen aranceles más altos que los nuestros.


Esto es lo que ha causado serios daños, por ejemplo, al sector textil, debido a las importaciones subvaluadas provenientes de países asiáticos, sobre todo China. Las pérdidas han sido tan grandes que Indecopi, en enero del 2021, después de un exhaustivo estudio, determinó que se apliquen salvaguardias adicionales (es decir, mayores aranceles) a las importaciones de confecciones provenientes de China y Bangladesh de enero del 2016 a junio delo 2020 por lo que recomienda el periodo máximo de salvaguardias adicionales. Sin embargo, el Poder Ejecutivo desestimó la aplicación de esta medida propuesta por el Indecopi, lo que agrava aún más la crisis del sector. Así se está actuando en medio de esta pandemia. 

Los bonos universales: compensan y reactivan

Volvamos a los efectos de la pandemia. En todos los países que tienen que cerrar sus economías los Estados aplican políticas que permitan a sus ciudadanos compensar las pérdidas de ingresos debido a la cuarentena. En los países industrializados existen los seguros de desempleo, que compensan el 80 a 90% del salario perdido. En muchos de los países de menor desarrollo no existe el seguro de desempleo, el mismo que es reemplazado por bonos universales. 

Este ingreso de emergencia permite compensar los ingresos familiares y reducir la angustia diaria. En Argentina, Bolivia, Colombia y Chile se han dado numerosos bonos universales (en algunos casos, mensuales, como en Colombia). Eso no sucedió en el Perú, donde los bonos se dieron a cuentagotas y con gran demora. No solo eso. No existe un Padrón Nacional de Hogares y el gobierno ha insistido con el método de la focalización. 

La cuestión es que los bonos se dieron a cuentagotas porque el MEF, de un lado, no los considera necesarios y, de otro -para ellos el más importante- porque se quieren cuidar los “ahorros fiscales” de años anteriores. Esa es también la explicación del por qué el Perú tiene tantas “espaldas fiscales”: justamente porque en años anteriores éstas no se usaron para mejorar la calidad de la educación, la salud y la infraestructura. Y también explica el por qué nuestro PBI cayó más que en otros países.

La esquizofrenia neoliberal

Lo que sucede ahora es que la derecha económica quiere aplicar un esquema esquizofrénico para tratar de evitar su responsabilidad. De un lado, todo lo que ha motivado el crecimiento económico es atribuible al “modelo económico”. Y todos los problemas del país se le atribuyen al Estado “burocrático e ineficiente”, tratando de escamotear este hecho macizo: que son los neoliberales los que han dirigido los resortes esenciales del Estado en los últimos 30 años. 

Mención aparte merece el fracaso en la adquisición de las vacunas. No sabemos completamente si se trata de mala gestión, de la corrupción, de la geopolítica de los Estados frente a la vacuna o del oligopolio farmacéutico. Quizá la respuesta sea: todas las anteriores. Pero para la derecha económica solo hay un culpable: el Estado.

La jugada esquizofrénica, en lenguaje popular, podría definirse así: el modelo económico tiene memoria selectiva. Reconoce como propio solo aquello que le interesa, es decir todo aquello que habría sido creado por la mano invisible del mercado. Lo que es falso porque ellos han utilizado al Estado como han querido, por ejemplo, para crear las AFP, para no promover la competencia y permitir oligopolios, así como para generar las adendas de la corrupción en las Asociaciones Público Privadas (APPs).

Y no reconocen nada más. Si no hay buena educación ni salud ni infraestructura eso debe ser la culpa de la “mano visible” del Estado, que es una entelequia, mala per se. No reconocen que en 30 años no han sido capaces de llevar a cabo una reforma del Estado y del servicio civil digna de ese nombre. Quieren que la gente le eche la culpa al Estado de todo lo que hoy sucede. 

Eso ha funcionado un tiempo largo. Por eso somos el último país de la Región donde aún se aplica el Consenso de Washington. A tal punto que ahora le llaman el Consenso de Lima. Pero ese tiempo se acaba. En recientes encuestas la población responde mayoritariamente que quiere dejar atrás el “orden espontáneo perfecto” porque espera cambiar las relaciones entre Estado, mercado y sociedad. Allá vamos.