¿Y las cifras de trabajo infantil?

De acuerdo a la última Encuesta Nacional del Trabajo Infantil (ETI) aplicada por el Instituto Nacional de Estadísticas e Informática (INEI) en coordinación con la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en 2007 el 42% del total de niños y adolescentes entre cinco y diecisiete años realizaron actividades económicas.

A continuación, pasamos a realizar un breve análisis al respecto.
De acuerdo a la información publicada por Gestión1, el 59% del trabajo infantil se concentra en actividades primarias (ganadería, agricultura, pesca y minería ) y geográficamente se centra en zonas rurales (58% del total). Al respecto, queda claro que el grueso del trabajo infantil en el país es rural, justamente el ámbito en donde persisten las mayores necesidades económicas.
Antes bien, un análisis del trabajo infantil en una realidad heterogénea como la nuestra, implica la revisión de un conjunto de aristas. Por un lado, está el ámbito rural en el cual la lógica de las relaciones sociales y productivas2 es disímil al de las ciudades. Así pues, en zonas rurales muchas de las actividades agropecuarias en las que participan los niños se dan generalmente en las unidades familiares campesinas. Es así que en la cosmovisión andina, el trabajo infantil es percibido muchas veces como algo positivo, pues forma parte del proceso de socialización del niño al mundo rural.
Por otro lado, esta la realidad del trabajo infantil en los lavaderos de oro; en la extracción de madera y en las canteras y ladrilleras. Estos tipos de trabajo que lindan con la explotación infantil debieran ser totalmente erradicados ya que atentan directamente con las actividades propias de un niño a cierta edad. Debemos tener presente que en última instancia el factor subyacente del trabajo infantil –sea rural o urbano- es la extrema necesidad económica que aqueja a las familias. Esta situación obliga a las familias a maximizar el uso de su fuerza de trabajo para sobrevivir, lo que implica enviar a los niños a trabajar.
Lo más preocupante de esta situación es que de acuerdo a las cifras del INEI3, el porcentaje de  42% de trabajo infantil se ha mantenido casi invariable desde 1994. Entonces, nos queda reflexionar con respecto al actual modelo de desarrollo económico que si bien nos ha llevado a una necesaria estabilidad macroeconómica, lo cierto es que ha dejado rezagados a los niños del país. Si bien hay esfuerzos que reconocer por parte del Ministerio de la Mujer y Desarrollo Social (MIMDES) y del programa JUNTOS al parecer estos no son suficientes. ¿Acaso no resulta necesario replantear el ordenamiento de las prioridades en el país?
Así como nuestras autoridades económicas promueven fervorosamente la obtención del grado de inversión o el mejor posicionamiento de nuestra economía en el ranking del Doing Bussines, de la misma forma e intensidad debieran interesarse por los niños del país.
Finalmente, la permanencia a lo largo del tiempo del porcentaje de población infantil trabajando (desde 1994 hasta 2007), desnuda el estado de “orfandad” de los niños frente al Estado. Pero no nos quedemos en el Estado y reflexionemos también como sociedad y el valor que le damos cada uno de nosotros a la infancia como momento en donde los niños y niñas desarrollan su personalidad, sueños y capacidades. Desde Otra Mirada no solo hacemos llamado urgente al Estado en este tema, sino también a la sociedad peruana en su conjunto para que de esta forma la opinión pública se vuelva una permanente fuerza de presión social y así aliviar el trabajo infantil que perpetua los ciclos de pobreza y exclusión social de nuestro país. 

1 Revisar el diario Gestión del 16.02.10
2 Para mayor detalle revisar: Figueroa, Adolfo (1978), “La economía de las comunidades   campesinas: El caso de la sierra del Perú”.
3 Revisar el diario Gestión del 16.02.10

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