¿Quién es Chávez?*

Por: 

Nicolás Lynch

¿Quién es Chávez, una reedición de los tiranos de antaño o un líder progresista latinoamericano? Con todos sus bemoles creo que lo segundo porque ha logrado una formidable democratización en Venezuela que es ejemplo para la región y creo también que la derecha se irrita con la sola mención de su nombre porque su vida y su liderazgo han probado que es posible una América Latina distinta, no solo justa sino también nuestra.

Hugo Chávez significa un antes y un después en nuestra historia. Con su triunfo electoral, a fines de 1998, empezó el giro a la izquierda en la región que ha traído más de una docena de gobiernos progresistas, superando la larga noche neoliberal que empezara a fines de la década de 1970, y que en algunos lugares, como en el Perú, todavía continúa.

¿Qué pasó en ese período de la historia latinoamericana que va desde mediados de los setentas hasta fines de los noventas y más? Que se establecieron en América Latina democracias de élite que implementaron brutales programas de ajuste para expropiar a las mayorías de sus derechos sociales y promover la concentración y extranjerización de nuestras economías. Esta situación provocó grandes reacciones populares y hondas crisis económicas y políticas que desembocaron en la elección de una cadena de gobiernos progresistas. Con matices diversos estos gobiernos dejan atrás la democracia exclusivamente electoral que nos traen las transiciones de los setentas y ochentas y buscan desarrollar una democracia económica y social, que sea herramienta de justicia y no solo procedimiento legal.

En este contexto surge Chávez levantando cuatro banderas que luego se generalizarían en el continente. La redistribución del ingreso entre los sectores populares, - el caso emblemático del redireccionamiento de la renta petrolera es una clave al respecto. La independencia nacional, que se expresaría en buscar una autonomía del poder dominante en la región que son los Estados Unidos. La integración continental, que se plasmaría en sus esfuerzos en el Alba pero sobre todo en Unasur. Y, lo que quizás es la base de las tres anteriores, la repolitizaición de la sociedad impulsando  la organización y participación populares en apoyo a sus políticas, lo que lógicamente ha provocado una reacción en sus opositores, hoy también organizados y movilizados.

Esta última quizás sea su herencia más importante: la repolitización de la sociedad que ha permitido la formidable democratización. Esta vuelta a la centralidad de la política, desplazando a la centralidad del mercado que era la característica de la etapa neoliberal, ha tenido como consecuencia la creación de un nuevo sujeto político en Venezuela que podemos denominar como pueblo chavista, similar a lo que sucedió en Argentina en la década de 1950, con la aparición del pueblo peronista o en el Perú, entre 1930 y 1960 con el pueblo aprista. Este pueblo chavista se ha constituido sobre la base de un liderazgo pero también de un discurso, caracterizado por las cuatro banderas señaladas, que como en otros lugares seguramente trascenderá a su iniciador y se convertirá en una referencia perdurable para la democracia venezolana y continental. El pueblo chavista con los derechos sociales recuperados difícilmente saldrá de la escena de la noche a la mañana como quisiera la derecha continental cuando habla de una “transición” en Venezuela.

Definitivamente, la aparición de un sujeto popular mayoritario cambia las condiciones del ejercicio democrático, desplazando a las democracias de élite, de origen liberal, y trayendo a la región a las democracias de masas, de corte social. Estas democracias de mayoría se caracterizan por basarse no solo en la representación sino también en la participación y en las movilizaciones populares. Esta característica impide que se multiplique el cáncer de las democracias latinoamericanas en las últimas décadas que ha sido la traición a lo votado en las urnas por parte de los elegidos. Muchas cosas se pueden decir de Chávez pero no que traicionó su discurso ni sus promesas electorales.

Ahora bien,  es difícil el alumbramiento de una nueva forma democrática y ni Chávez ni el proceso latinoamericano han sido ajemos a ello. No se puede negar el origen democrático de los gobiernos encabezados por Hugo Chávez. Ganó 13 de los 14 procesos convocados durante los 14 años de su gestión y con la supervisión internacional respectiva. Sin embargo, no fue ajeno en múltiples oportunidades al ejercicio autoritario del poder lo que se tradujo muchas veces en polarizaciones innecesarias con otros actores políticos tanto venezolanos como internacionales. Asimismo, hemos podido observar durante su enfermedad y en sus funerales la tentación del culto a la personalidad que tanto daño ha hecho a otros procesos de cambio en distintas latitudes, esperamos que los dirigentes venezolanos sepan atajar a tiempo esa tentación malsana y nos dejen al Chávez humano porque ya tenemos demasiados dioses.

Con la muerte de Chávez la región pierde a la persona física de un líder extraordinario pero gana con el mensaje de justicia, independencia, integración y democratización fundamental, que nos señala la posibilidad de construir un espacio en el mundo que nos pertenezca.

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